15 junio 2020. Lunes de la XI semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración


Espero que te ayuden estas palabras que te pongo a continuación para llevar a cabo con fruto este rato de oración. Dedícale este tiempo al Señor en la soledad acompañada por Él.
Empezamos nuestra oración invocando al Espíritu Santo: “Ven Espíritu Divino e infunde en nuestros corazones el fuego de tu amor”.
En las lecturas que hoy nos ofrece la Iglesia nos hablan de la herencia más grande que podemos tener en nuestra vida, el mismo Dios. En lectura del primer Libro de los Reyes, se nos cuenta la historia de Nabot. Nabot había heredado una viña, y el rey habiéndose fijado en ella quería hacer todo lo posible para quedarse con ella. El hecho de que fuese una viña es algo muy elocuente. La viña de Nabot es imagen de la viña del Señor, es decir del Reino de Dios. Todos somos parte de la viña del Señor y estar en la viña es sinónimo de Alegría, ya que de ella mana el Vino de la Alegría. La mayor herencia que nos pueden dejar nuestros padres y mayores, y que podemos dejar a nuestros hijos, es el Señor; es decir la fe y el amor a Dios. Por eso Nabot estaba decidido a no perder esto, porque es lo más preciado para él. Además, el rey quiere arrebatarle la herencia con la idea de transformar la viña en algo totalmente distinto y de menos valor, en una huerta. De esta manera se perdería la herencia del Señor para Nabot. Nabot decide que a ningún precio la venderá, y por lo tanto que no renunciará a su fe y por lo tanto a la herencia de sus padres; y esto le acarrea la muerte. Nabot muere a manos del rey por proteger la heredad de sus padres. Esto es un signo que anticipa el martirio como el que muchos sufrirán por su fe a lo largo de los siglos. ¿Y tú? ¿estarías dispuesto a hacer lo mismo que Nabot? O, al contrario, ¿te agarrarías a las cosas de este mundo, a la huerta, al dinero, y a las cosas que dan seguridad aparente y no dan la felicidad?
En el Evangelio de hoy, podemos meditar cómo quiere el Señor que amemos a nuestros hermanos. Nada de ojo por ojo, sino la reconciliación y el amor al prójimo, que es signo de salvación. Si te reconcilias con tu hermano, y no le llevas cuentas, abrazarás el perdón, se hará justicia, tendrás Paz y vida eterna. Además, el acto de reconciliarse con el hermano también puede ayudar a que abrace la salvación que nos entrega Jesucristo.
Pedimos en este mes de junio, mes del Sagrado Corazón de Jesús, que el mismo Jesús nos acoja en su corazón; en esa herida abierta que es la puerta más grande del Amor. Pedimos la intercesión de nuestra madre, la Virgen de la Visitación, para que siguiendo su ejemplo estemos siempre prontos a hacer la voluntad de su Hijo: Haced lo que Él os diga.

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