En la sociedad
actual donde todo es instantáneo, el Señor nos pide esperar.
Donde la
comodidad parece una necesidad, el Señor nos pide que nos ciñamos la cintura.
Donde la moral
actual parece estar en penumbras, el Señor nos pide que mantengamos encendidas
las lámparas…
Qué difícil se
nos hace la espera cuando no sabemos el día ni la hora… La gran dificultad no
está en ceñirse la cintura o en tener encendida la vela, sino en perseverar…
Reflexionemos
brevemente que puede implicar en nuestra vida el perseverar:
- Permanecer cuando todos se han ido, y solo quedo yo.
- Confiar a pesar de que todo parece decirte: “estoy equivocado”.
- Asumir que el Señor no llega como y cuando yo quiero.
- Buscar ayuda cuando veo que yo solo no puedo.
- No querer ser el protagonista: no es a mí mismo a quien estoy esperando.
- Mantener la lámpara, aunque sea de día.
- Seguir haciendo las cosas bien, aunque nadie me vea ni me lo agradezca.
- Seguir trabajando, aunque no vea los frutos, ni sea yo quien los recoja.
- Ser consciente de la vocación para la que fui llamado. Y por ello, saberme capacitado por el Señor para realizarla
- No echar la vista atrás a las renuncias; sino a todo lo bueno que he recibido y todo lo bueno que está por llegar. Ser agradecido…
¿Qué opinas
sobre la perseverancia? ¿Por qué es tan difícil perseverar en la espera a nuestro
Señor? ¿Qué ejemplos de perseverancia encuentras en tu vida? ¿Crees que les
merece la pena el perseverar? ¿Qué pensarías si es el Señor quien te espera con
la cintura ceñida y la lámpara encendida? ¿Merece la pena que el Señor nos
espere?
Pidamos a nuestra Madre, la Virgen, la gracia de la perseverancia hasta el final de nuestras vidas. Que sea Ella quien mantenga el ritmo de nuestra espera. Amén.