3 octubre 2020, sábado de la XXVI semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Son varios los puntos que nos atraen para hacer este rato de oración; pero antes nos ponemos en la presencia de Dios y le pedimos ayuda al Espíritu Santo para que nos guíe en estos minutos que queremos dedicarle en exclusivo al Señor.

Hoy es la fiesta de san Francisco de Borja. Un santo muy querido por todos nosotros, antes de entrar en la Compañía de Jesús vivió como laico en medio del mundo y es un buen ejemplo para todos nosotros.

Con la primera lectura terminamos el libro de Job que nos ha acompañado durante esta semana. Job es un personaje prodigioso; no tenemos la seguridad de que existiera o más bien es una narración bíblica que busca darnos una enseñanza. No importa demasiado porque lo importante aquí es lo que Dios nos quiere decir con dicha narración.

Job es zarandeado a su gusto por Satanás y le hace todo el daño posible con el objeto de que maldiga de Dios; sus amigos, sus familiares le insisten en que maldiga a Dios; pero él se mantiene firme y de su boca no salen nada más que bendiciones: “El Señor me lo dio y el Señor me lo quitó. Bendito sea Dios”. La paciencia que demuestra Job para soportar las torturas que le manda el demonio nos da mil lecciones; muchas facetas de la vida de Job se repiten de vez en cuando en nuestra vida. Bendice siempre y en todo momento al Señor.

El texto del Evangelio de Lucas es maravilloso. Métete en la escena como si presente te hallaras. Vuelven los 72 que el Señor ha mandado de dos en dos a predicar y vuelven radiante de alegría y de satisfacción: “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre”. Jesús aprovecha para decirles el motivo por el que sí que tienen que estar contentos: “No estéis alegres porque se os someten los espíritus, estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo”.

La verdadera alegría se apoya en que Dios te ha elegido y tu nombre está escrito en el cielo. Dios nos ha reservado una plaza a su lado: ese es el motivo de la perfecta alegría.

Y ahora viene lo mejor: Jesús, que tiene un corazón sensible, se deja contagiar de la alegría de los discípulos: “En aquella hora, se llenó de alegría en el Espíritu Santo”. Ver a Jesús que explota de alegría, es algo que no te puedes perder en esta mañana. Métete en la escena y mira a Jesús que no puede contener su alegría. Luego viene el texto con el que Jesús expresa su alegría, pero ese texto lo dejo a tu consideración. Alégrate tú también con Jesús y termina tu rato de oración viendo cómo la Virgen también salta de alegría por ver a Jesús tan alegre. Que esta actitud sea la tuya en el día de hoy: Disfruta y estate alegre porque tu nombre está inscrito en el cielo.

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