El Evangelio de este domingo nos narra la parábola de la viña del Señor. Y es que el Señor lo ha hecho ya todo, nos ha redimido con su cuerpo y su sangre en la cruz, amándonos hasta el extremo. A nosotros nos toca dar el fruto, Él se encarga de plantar la viña que es su palabra, incluso se nos da a sí mismo, para que podamos tener vida divina y transmitirla a los demás; esos son los frutos que quiere el Señor. Somos pues nosotros viñadores encargados de realizar esa labor para que muchos puedan también tener vida y vida en abundancia; pero si nosotros, no cumplimos con la labor encomendada muchos «morirán de frío» por falta de alguien que los lleve al Señor y que se sacrifique por ellos.
San Pablo nos recomienda que no nos
inquietemos por los afanes y preocupaciones de este mundo que muchas veces
ahogan la semilla plantada en nuestro corazón impidiendo que de buen fruto. Por
ello insiste en que presentemos al señor súplicas en todo momento llenos de
gratitud, para que la paz interior llene siempre nuestro momento presente y
podamos escuchar y cumplir con la voluntad del Señor en medio del trabajo con
nuestros compañeros amigos y donde estemos. El señor nos ha elegido para que
demos frutos y esos frutos permanezcan, pero si los frutos no son en la medida
que el Señor espera de nosotros; podemos pedir con el salmo que vuelva su vista
sobre su viña; que somos nosotros, que la proteja con su mano, que ya no
queremos apartarnos más de Él, que nos mire con bondad, nos establezca y
fortalezca para poder dar los frutos deseados.
Él nos dice: la piedra que
desecharon los constructores es ahora la piedra angular. Esto es obra del Señor
y es un prodigio admirable. Él lo puede todo, somos nosotros los que no
acudimos continuamente con verdadera humildad a pedirle su ayuda con confianza
audaz como niños pequeños; como nos repetía Abelardo a semejanza de Santa
Teresita y el Padre Morales que celebramos hace pocos días.
Este domingo, día del Señor, es un buen
día para reflexionar un poco y preguntarnos cuales son los frutos que el Señor
quiere para nosotros en esta semana y en este curso. Revisar cómo vamos
fructificando los propósitos hechos a los pies de la Virgen en este verano y
sigamos esforzándonos para seguir la obra del Señor en nosotros encomendada.
Pidamos a la Virgen que ella nos alcance de su hijo las gracias para alcanzar los frutos deseados. Así sea.