Octubre es el mes misionero, el mes del rosario…. Toda la vida la hemos de enmarcar en esas coordenadas, unidos a María y dando a todo lo que hacemos y vivimos una dimensión misionera. El Reino debe llegar a todos, todos son coherederos del misterio de Cristo.
Todos y cada uno de los hombres llamados a ser miembros del mismo Cuerpo y
partícipes de la misma Promesa. Al entrar en la presencia del Señor hemos de
recordar que formamos parte de un proyecto de amor universal sin fronteras.
Cristo es verdaderamente el momento decisivo de la historia de la
humanidad. ¡Y me hace partícipe!
¿Soy de veras consciente de que “esto” es el proyecto de Dios? ¿Participo
en la aventura misionera de la Iglesia que quiere ser fiel a ese «proyecto de
Dios» de asociar a los paganos a la misma esperanza? ¿Suelo orar por «los que
no conocen a Dios»?
El misterio de Cristo debe ser revelado, anunciado a todos. Dios quiere dar
a conocer su secreto. Quiere que participen en su proyecto cuantos más mejor.
Desde siempre, desde la creación tenía en su mente el proyecto de una humanidad
reunida y reconciliada por fin en el amor.
Y hasta el “último de los fieles” ha de cumplir su papel en ese apasionante
proyecto. Desde donde humildemente me encuentro puedo hacer avanzar algo ese
plan: mi casa, mi colegio, mi oficina, mi parroquia…
¿Cuál es mi tarea en esa obra en la que, entre luces y sombras, se
construye el futuro de la humanidad y se va haciendo presente el Reino?
¿Trabajo yo en este sentido?
¡Dios ama a los que yo no amo! ¡Qué formidable invitación a amarlos en
adelante!
Unidos al Señor, con toda confianza, escuchando su
palabra, hemos de estar también preparados: pues cuando menos lo penséis
llegará el Hijo del hombre. Las plegarias eucarísticas nos recuerdan:
“Esperamos tu venida gloriosa... esperamos tu retorno... Ven, Señor Jesús”.
Por otra parte, no debemos estar solamente a la espera
de la última venida de Jesús, la de nuestra propia muerte, la del fin del
mundo. Porque, nunca se repetirá bastante, que las “venidas” de Jesús son
múltiples, y nada ostentosas... incluso ¡podemos no verlas! podemos
¡rehusarlas!
Viene tan escondido…mete tan poco ruido… Dios ha
pasado buscando amor.
“Llegará cuando menos lo penséis...” Oh Señor, ayúdame
a pensarlo. Despierta mi corazón para esos encuentros contigo.
Dichoso el tal empleado si el Amo al llegar lo
encuentra en su trabajo.
Ayúdame, Señor, a estar en mi trabajo cada día y a captar tu presencia. Madre, que le conozca, le ame, le siga.