6 octubre 2020, martes de la XXVII semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración

El evangelio de este día es una invitación a no dejarnos atrapar por las ocupaciones cotidianas y escuchar la Palabra de Dios. Si estamos leyendo estos puntos es una buena señal: tenemos tiempo para Dios, para lo único necesario. Nos puede ayudar a entrar en oración la súplica que santa Isabel de la Trinidad dirige al Verbo de Dios en su oración a cada una de las personas de la Trinidad:

“Verbo eterno, Palabra de mi Dios, quiero pasar mi vida entera escuchándote, quiero hacerme totalmente dócil a tus enseñanzas para aprenderlo todo de ti, y luego, a través de todas las noches, de todos los vacíos, de todas las impotencias, quiero permanecer bajo tu gran luz”.

Leemos el evangelio y las hermanas Marta y María nos van a servir de espejo para sondear nuestro corazón a la luz del Espíritu Santo: “Señor, Tú me sondeas y me conoces… ayúdame a examinar mi corazón, pues te gusta un corazón sincero”.

- Marta aparece la primera tomando la iniciativa de invitar a Jesús a su casa. Una vez allí, emplea todas sus energías en hacer que no falte nada a sus invitados. Como ella, quiero hospedar hoy a Cristo en mi casa, dejarle vivir en mí y servirle en mis hermanos que lo puedan necesitar. Santa Marta está canonizada por la Iglesia y su fiesta se celebra el 29 de julio. Es modelo de las vocaciones de servicio; por ejemplo, las Hermanitas de los ancianos desamparados celebran mucho su fiesta y se honran de ser como Marta acogiendo a Jesús en los ancianos y sirviéndoles con esmero. Jesús no la riñe por su afán de servir sino porque anda nerviosa y no encuentra un momento para estar con su invitado. Se olvida de lo fundamental: dedicar tiempo a Jesús. Con frecuencia nos pasa lo mismo: hacemos muchas cosas por Jesús y luego no tenemos tiempo para estar con Él.

- María, la otra hermana, está totalmente centrada en Jesús: sentada a sus pies, escucha su Palabra. Nos enseña a no tener prisa cuando vamos a la oración, a entregarnos a lo único necesario: escuchar, mirar al Señor, estar con Él. Es modelo de las almas contemplativas, que nos enseñan que “solo Dios basta”, dedicadas a la alabanza divina y a interceder por nosotros. Han escogido la parte mejor. Volviendo a María, no debo tener miedo a “perder el tiempo” con Dios, que eso es la oración: Dios tiene tiempo para mí, ¿tengo yo tiempo para Dios?

Nosotros estamos llamados a ser Marta y María a la vez, a unir acción y contemplación en la vida ordinaria. A veces tendremos la tentación de dejar la oración porque tenemos muchas cosas que hacer, como le escuché en una charla al P. Raniero Cantalamessa, que había comprobado que cuando hacía la oración como siempre sin ceder a la tentación de recortar la oración por tener mucho trabajo pendiente, le cundía más el tiempo y hacía en menos tiempo lo que tenía que hacer.

“No creo en la santidad sin oración”, nos ha escrito el Papa en Gaudete et exsultate. Terminemos de nuevo con otra parte de la oración de santa Isabel de la Trinidad en la que expresamos nuestro deseo de acoger a Cristo en nuestra casa y de estarnos con Él:

“Pacifica mi alma, haz de ella tu cielo, tu morada de amor, tu lugar de descanso. Que en ella nunca te deje solo, sino que permanezca siempre contigo, vigilante en mi fe, en total adoración y en entrega absoluta a tu acción creadora”.

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