Empezamos la oración ofreciendo al Señor
nuestras intenciones, acciones y operaciones para que sean puramente ordenadas
al servicio y alabanza de Su divina majestad.
Las lecturas que nos ofrece hoy la
liturgia son de tremenda actualidad.
Por otro lado, el Evangelio recoge de manera práctica lo que grafica
magistralmente San Pablo en su carta a los Efesios.
“Buscad vuestra fuerza en el Señor y en
su invencible poder. Poneos las armas que Dios os da, para poder resistir a las
estratagemas del diablo”. Hace muy poco
hemos sido testigos de cómo la prensa mal intencionada tergiversó unas palabras
del Papa Francisco sobre los homosexuales. En situaciones como esta es muy
importante que los laicos comprometidos estemos informados de los hechos, en
primer lugar, para tener claras las ideas y luego para aclarar dudas
allí donde nos encontremos. Es sólo un ejemplo, pero nos pone en guardia de
lo que San Pablo nos advierte nos podemos encontrar en medio de nuestro caminar
por este mundo. “Estad firmes, repito: abrochaos el cinturón de la
verdad, por coraza poneos la justicia; bien calzados para estar dispuestos a
anunciar el Evangelio de la paz. Y, por supuesto, tened embrazado el escudo de
la fe, donde se apagarán las flechas incendiarias del malo. Tomad por casco la
salvación y por espada la del Espíritu, es decir, la palabra de Dios,
insistiendo y pidiendo en la oración”. Estos elementos militares utilizados
por San Pablo nos recuerdan las meditaciones de San Ignacio en los ejercicios
espirituales, y nos pueden dar una idea del poder del mal sobre el
hombre, la fuerza que puede tener para destruirlo si éste no está preparado.
Así como las actuales campañas para evitar el contagio de la COVID-19, donde el
uso de una simple mascarilla nos puede liberar de una posible muerte, las armas
espirituales que menciona San Pablo nos pueden librar de algo aún más
trascendental: la condenación eterna.
«Márchate de aquí, porque Herodes quiere
matarte.» Él contestó: «Id a decirle a ese zorro: “Hoy y mañana seguiré curando
y echando demonios; pasado mañana llego a mi término.” Pero hoy y mañana y
pasado tengo que caminar, porque no cabe que un profeta muera fuera de
Jerusalén». Jesús, “siempre armado para el
combate”, responde sin titubeos a los fariseos que tuvieron que quedarse
sorprendidos ante la respuesta del Maestro. El Señor tiene clara su
misión y las amenazas de Herodes no le producirán miedo alguno, más bien
aprovecha y anuncia con visión profética su entrada y luego su muerte en
Jerusalén. Es una lección de valentía que debería motivarnos en nuestra misión
personal.
Finalmente, comparto las últimas palabras de san Pablo que me recuerdan mucho a las del Papa Francisco, quien cada vez que puede nos pide que recemos por él: “Pedid también por mí, para que Dios abra mi boca y me conceda palabras que anuncien sin temor el misterio contenido en el Evangelio, del que soy embajador en cadenas. Pedid que tenga valor para hablar de él como debo”. Pedimos de manera especial estos días por el santo padre y lo encomendamos a la Virgen, Madre de los apóstoles.