Dios te salve María, llena de gracia…, con un ave María nos ponemos en la presencia de Dios para acoger su Palabra y celebrar en nuestro corazón, en unión con toda la Iglesia, la fiesta de Ntra. Señora del Rosario. Con esta fiesta concluye la campaña de la Visitación que nos ha ayudado a vivir el verano, desde el 31 de mayo, como una misión, en olvido de sí.
La Virgen dijo
a los niños de Fátima: “Rezad el Rosario todos los días para alcanzar
la paz del mundo y el fin de la guerra”. Por lo que el rosario es en
primer lugar una oración de petición, de súplica. Por ello hoy podemos empezar
la oración con una intención personal. ¿Qué es lo que más me preocupa en este
momento? ¿Qué necesito? También nos podemos unir a la intención general de la
Iglesia en este mes de octubre, mes de
las misiones. Para este año, el papa Francisco ha escogido para la
Jornada Mundial de las Misiones 2020, el lema: “Aquí estoy, mándame” (Is
6,8). Aquí estoy, Señor, junto a ti, en este momento en el que “la
enfermedad, el sufrimiento, el miedo, el aislamiento nos interpelan” a
todos.
Y pasamos a la
contemplación. La oración de hoy debe ser marcadamente contemplativa, como lo
es el propio rosario. San Pablo VI nos lo dice: «Sin contemplación, el Rosario
es un cuerpo sin alma y su rezo corre el peligro de convertirse en mecánica
repetición de fórmulas y de contradecir la advertencia de Jesús: "Cuando
oréis, no seáis charlatanes como los paganos, que creen ser escuchados en
virtud de su locuacidad" (Mt 6, 7). Ahora, al ritmo pausado de la
respiración y del silencio, podemos meditar un misterio de la vida del Señor,
contemplado a través de las cuentas de un rosario entrelazado en los dedos de
María. Mirar a la Señora cómo se santigua con el rosario y cómo reza: gloria al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo… El Evangelio nos trae la anunciación del
ángel Gabriel: en un pueblo perdido, una joven virgen está en silencio, mira a
su interior y ve a Dios; mira a su alrededor y escucha a Gabriel: “Alégrate,
llena de gracia, el Señor está contigo… y la virgen se llamaba María”. Y
desde entonces se va a repetir sin fin Dios te salve María, llena de
gracia, el Señor es contigo…
El Rosario es
sobre todo una iniciativa de la Virgen. Fue Ella quien se lo entregó a la
Iglesia por medio de santo Domingo de Guzmán en 1208. Le enseña a rezarlo y le
pide que lo difunda en el pueblo de Dios. Muchos años después, nuevamente la
Virgen con el rosario en las manos, se va a aparecer primero a santa Bernardita
en Lourdes y un poco después a los pastorcitos de Fátima. En Lourdes,
Bernardita reza el rosario con la Señora y mientras tanto la Virgen
sonreía. “Aquí, la Virgen invitó a Bernardita a rezar el Rosario,
desgranando ella misma un Rosario. De este modo, esta Gruta se ha convertido en
la sede de una sorprendente escuela de oración, en la que María enseña a todos
a contemplar con ardiente amor el rostro de Cristo” (S. Juan Pablo
II). En Fátima la Virgen se presentó como la Señora del Rosario.
Cada vez que
un cristiano reza el rosario, solo o en grupo, la Virgen sonríe. Ella,
respondió al ángel: aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según Tu
palabra. En este mes respondamos cada uno en unión con toda la Iglesia: aquí
estoy, mándame.
Oración final, especial para este contexto de pandemia: Madre, bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, ¡oh, Virgen gloriosa y bendita! Amén.