13 enero 2015. Martes de la primera semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Vamos hoy a hablar de Jesús. Parece de Perogrullo y sin embargo hay una necesidad de compensar el olvido que podamos tener de Él durante nuestras jornadas de la vida. Como por un deseo de anclar-nos firmemente en esta roca, en esta preciosa joya que no nos la arrebatarán, si de nuestra parte luchamos por volver y estar siempre con Él. Jesús el Hijo de Dios, nuestro hermano, nuestro camino y meta. La razón de nuestra vida.

“…a Jesús, lo vemos ahora coronado de gloria y honor por su pasión y muerte. Así, por la gracia de Dios, ha padecido la muerte para bien de todos. Dios, para quien y por quien existe todo, juzgó conveniente, para llevar a una multitud de hijos a la gloria, perfeccionar y consagrar con sufrimientos al guía de su salvación. (Heb 2,5-12).

Este Jesús tan enamorado de nosotros que, siendo el Hijo de Dios, acepta hacerse carne; y se acompasa al ritmo de lo humano, de lo temporal. Acoge todo lo que da de sí el hombre parallevar a una multitud de hijos a la gloria. En esa multitud (un puntito de ella) estoy yo. Se ha encarnado por mí, ha sufrido por mí, ha sonreído por mí (recordemos la canción “Señor me has llamado amigo”).Todo, todo por mí. En este íntimo descubrimiento nos jugamos una existencia de verdadero sentido, con o sin Cristo.

Y por Él, con Él, junto a Él queremos ser llevados a la gloria (la suya, la que de verdad importa). ¡Grande eres Cristo que así tratas al ser humano! No tanto por lo que podamos darte sino por la excelencia de tu amor que se hace ciego al premiar desproporcionadamente nuestra fragilidad e indignidad.

Este es nuestro Rey al que todo lo sometiste bajo sus pies… y diste el mando sobre las obras de tus manos. Soy pues un “trocito” de esa obra grandiosa que es la gran familia humana.

Vamos a fijarnos en unas acciones de nuestro Jesús. Con una mirada externa  (lo que ocurre) y otra mirada interna (entrar en esa escena con el corazón).

Mirada externa (lo que ocurre); Jesús entra en la sinagoga de Cafarnaúm y se quedan asombrados porque enseña con autoridad. En esto que estaba allí un hombre con un espíritu inmundo y comienza a gritar… Jesús lo increpa… y dando un grito muy fuerte, salió. Todos se decían que este enseñar con autoridad ES NUEVO. Y su fama se extiende por todas partes.

La mirada interna (con el corazón). Os propongo detenernos hoy en el JESÚS QUE ENSEÑA. Por tres veces se repite en el texto. Y añade; CON AUTORIDAD. Llama también la atención el comentario de las personas después que Jesús echase al demonio. Este enseñar con autoridad es nuevo. Es decir la acción del mal puede ser bloqueada (y expulsada) con su presencia y palabra. Se me ocurre que podemos, por una parte tomar ejemplo del Señor para, si en algo nos toca enseñar, hacerlo con la mayor competencia y coherencia posibles. O a lo mejor nos corresponde acercar a alguno hacia los que sí saben (tienen conocimientos) y (tienen autoridad para alejar el mal: sacramento del perdón).

Por último se me ocurre que podemos plantearnos dar entrada al Jesús Maestro en el corazón y la vida.; ¿qué piensa el maestro acerca de tantos aspectos, afectos, tareas, personas y circunstancias que tejen mi diario vivir?, ¿el sacramento del perdón aleja realmente el mal de mi corazón y de mis acciones? En todo dejemos que nos diga una palabra y que a través de la confesión expulse lo que vaya quedando de mal en nosotros.

Es cierto que Jesús enseñaba con autoridad y que el mal no lo soporta junto a sí. Pero ¡es un actuar con tanta gracia, delicadeza, respeto!, ¡tienen tanto equilibrio sus palabras y su mirar da tanta esperanza! Estamos adivinando que tuvo una madre y maestra genial. De ella recibió unos ejemplos que, junto a su colaboración, formaron parte de su ser. María impregnó el corazón y la acción de Jesús de tal forma que todo su porte, sus palabras, su mirada estaban “maternizadas”.

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