El santo que hoy celebra la Iglesia nos va a ayudar a comenzar este rato de
oración, pues san Francisco de Sales fue un gran alentador de la vida de
oración en los seglares. Convencido de que la vida espiritual no es un
privilegio de los monasterios, decía que la oración se ha de practicar de un
modo acomodado a las fuerzas y ocupaciones del estado de vida de cada uno. Una
vida espiritual auténtica nada destruye, sino que todo lo perfecciona y
completa. Cuando hacemos oración diaria, experimentamos cómo la dulzura del
Señor nos acompaña en todo lo que hacemos. Pedimos hoy por intercesión de san
Francisco de Sales la gracia de orar bien, para vivir bien nuestros deberes de
cada día, nuestras relaciones familiares, de trabajo y amistad.
La Palabra de Dios nos presenta hoy a Jesús con una actividad tan intensa
en ese “pasar haciendo el bien” al comienzo de su vida pública que no le
dejaban ni comer. Su propia familia, al visitarles en Nazaret, piensa de él que
no está en sus cabales: ¿Por qué Jesús se complica tanto la vida por los demás?
¿Por qué se mete en tantos líos? Son preguntas que hoy también se hacen cuando
un militante, un cristiano entregado, se olvida de sí mismo y empieza a vivir
el evangelio, a hacer apostolado y preocuparse por los demás…
La entrega de Jesús va a llegar hasta derramar su sangre por nosotros en la
cruz. Demos vueltas con el corazón a estas palabras de la Carta a los Hebreos:
“La sangre de Cristo, que, en virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios
como sacrificio sin mancha, podrá purificar nuestra conciencia de las obras
muertas, llevándonos al culto del Dios vivo”. Demos gracias a Cristo por
limpiarnos de nuestros pecados con su sangre preciosa y transformar nuestras
vidas en una ofrenda agradable a Dios. Pedimos que sepamos valorar la
Eucaristía como ese “sacrificio sin mancha desde donde sale el sol hasta el
ocaso” que la Iglesia ofrece al Padre para reconciliar la humanidad dividida.
Estamos dentro de la Semana de oración por la unidad de los cristianos y
también nos unimos a esta intención en nuestra oración, ofreciendo este día
para que el deseo de Jesús se realice pronto: “Que todos sean uno para que el
mundo crea”. El Papa Francisco está hablando de un “ecumenismo del sufrimiento”
e incluso de un “ecumenismo de la sangre” ante el hecho de que hoy cristianos
de distintas confesiones están experimentando la persecución y el
martirio en Oriente medio y en otros lugares del mundo. El pasado domingo no
pudieron reunirse los cristianos para celebrar el día del Señor en Níger ante
la oleada de violencia contra ellos por parte del fundamentalismo islámico.
Pedimos por la paz en el mundo y porque la unidad de los cristianos sea
fermento y causa de una humanidad reconciliada.