1) Preparación de nuestra alma para el encuentro con Jesús
Invocamos al Espíritu Santo, repitiendo pausadamente las oraciones: “Ven Espíritu Santo”, “ven dulce huésped del alma”, “concédenos la gracia de acercarnos a entender un poquito qué es el Amor de Dios”.
Pedimos ayuda a la Madre: “Madre, tus ojos para mirarle, tus oídos para escucharle, tu corazón para amarle”.
No nos olvidamos de san José, maestro de oración. Le invocamos: “San José enséñanos a orar, cuida de nuestra perseverancia”. “Que imitemos el modelo del que nos habla hoy la Palabra de Dios: Abrahán, perseverando, alcanzó lo prometido”.
2) Las dos primeras lecturas nos hablan de la alianza de Dios con el hombre. Nos pide que pongamos de nuestra parte el esfuerzo de superar la pereza y tibieza para actuar con diligencia en las tareas de su Reino. “Dios no es injusto para olvidarse de vuestro trabajo”, toda tarea por el Reino, será recompensada.
Al mismo tiempo nos pide que no olvidemos que Él recuerda siempre su alianza. “El Señor es piadoso y clemente”. “Da alimento a sus fieles”, ese “maná” es el sustento para que no desmayemos por desconfianza y esperemos siempre el perdón.
“El Señor recuerda siempre su alianza”, viene a significar que por muchas veces que caigamos, muchas veces procuremos levantarnos. No hay razón para que nos cansemos de pedir perdón, cuando Dios no se cansa de dárnoslo. Aquel que nos ha dicho que perdonemos a nuestro prójimo setenta veces siete al día, es decir siempre. ¿ No nos va a perdonar a nosotros, cuando su bondad es mayor? Como dijo Abelardo, completando el Principio y fundamento de S. Ignacio: “Dios hizo al hombre para que éste se dejase amar por Él”.
Gironella en su novela sobre la guerra civil española, narra un caso supongo que ficticio de un sacerdote, prisionero en una checa, que fue condenado a morir emparedado. En la misma habitación sufre el mismo tormento y al mismo tiempo, una señora acusada de pertenecer al socorro blanco (ayuda a los escondidos que sufrían persecución).
Poco antes de morir el sacerdote se dirige a la señora:
- Laura, escúcheme. Le da tiempo a confesarse…
- ¡Dios mío…! - Me arrepiento de …
- Es suficiente, le interrumpe el sacerdote. Voy a darle la absolución.
Cuando lo leí, pensé: ¡Qué poco necesita Dios para perdonar!
3) El evangelio refleja la visión miope de muchos hombres respecto a la alianza con Dios, mejor dicho: nuestra visión miope en muchos momentos de nuestra vida: ¡La norma, la norma, la norma...! Ponemos la salvación en el cumplimiento del precepto, anteponiéndolo al amor al prójimo y el dejarse amar por Dios.
El fariseo siente envidia por la libertad que manifiestan los discípulos de Jesús. «El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado”, esta frase les resulta incomprensible, herética.
En este momento de la vida de Jesús, el demonio utiliza a los fariseos de forma sinuosa, como escribe Juan de Ávila a modo de zorra, reptil, no de frente se insinúan, “Lengua de serpiente” es un personaje de Tolkien con estas características. Preguntan aparentando curiosidad:” ¿por qué hacen en sábado lo que no está permitido?». El Señor con paciencia les irá descubriendo, aprovechando estas diatribas para aclarar su mensaje. No conseguirán desviarle de su camino, objetivo del maligno.
La cizaña sembrada en el corazón de los fariseos dará como fruto un odio que irá creciendo poco a poco hasta llegar a la pasión. Entonces el demonio los utilizará para mostrar su verdadero rostro de león rugiente.
4) Hacer examen de la oración en compañía de la Madre. Ella ha recibido “el conocimiento del corazón” (Papa Francisco), desde esa perspectiva debemos hacer nuestro examen. Este punto de vista más emocional y menos intelectual, es una forma más adecuada de entender las cosas de Dios.
Por lo tanto acabemos la oración como la empezamos. Pidiéndole a la Madre, nos deje su corazón para amarle.