Jesús ha nacido para estar entre nosotros. Jesús se ha encarnado en el mundo para que el mundo se seje contagiar de Dios. Hace unos días el Evangelio nos recordaba que Jesús es a la vez, Testigo, Luz y Palabra del Padre.
Esta Luz y esta Palabra pone de manifiesto la presencia y el anuncio del reino de Dios.
El texto que corresponde al Aleluya antes del Evangelio de este día dice: “Jesús proclamaba el evangelio del reino, curando las dolencias del pueblo”. Este breve texto es la síntesis del Evangelio de hoy.
“… El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y en sombras de muerte, una luz les brilló”. Esto nos recuerda cuando Jesús, se define a sí mismo como: YO SOY LA LUZ DEL MUNDO. El QUE ME SIGUE NO ANDA EN TINIEBLAS. Lo más parecido a la muerte son las sombras, la oscuridad, pero la vida se hace presente donde hay luz. Y la Luz del mundo se pone en camino.
Sigue el Evangelio: “Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: “Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos”. Y a continuación Jesús nos recuerda el efecto de escuchar su mensaje y seguirle de cerca. Incansable, nos dice el texto de hoy, Jesús, “Recorría toda galilea, enseñando en las sinagogas y
- proclamando el evangelio del reino
- curando las enfermedades
- y dolencias del pueblo.
Su fama se extendió por toda Siria y le traían todos los enfermos aquejados de toda clase de enfermedades y dolores, endemoniados, lunáticos y paralíticos. Y él los curaba. Y le seguían multitudes…”
Jesús acoge tanto a los enfermos como a los sanos se olvidan de sí, y se cargan sobre sus hombros y su corazón comprensivo a tantos estos hermanos abandonados en las calles y a todos aquellos enfermos que llenan los hospitales, muchos de ellos sin que nadie se acuerde de ellos y malviven sin esperanza.
Y yo ¿cómo estoy, sano o enfermo? En estos minutos de oración descubriré que estoy enfermos paro al acercarme a Jesús cada día en este rato de oración, me siento curado. Pero con la condición de seguir tomando el medicamento cada día. Esta medicina que nunca falla es la oración que alimenta y aviva mi fe para seguir a Jesús cada día.
…Y SI ME VEO DEMASIADO DÉBIL, ME ACERCO A MARÍA Y ELLA ME LLEVARÁ A JESÚS.