30 enero 2015. Viernes de la tercera semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Confía en el Señor y haz el bien. Sea el Señor tu delicia.
Pues podríamos pasarnos mañana todo el rato de la oración saboreando el Salmo que nos propone la liturgia del día o quedarnos con algunas de sus frases. Os propongo estas dos iniciales para comenzar y  que podrían estar como telón de fondo, como ideas que nos llegan desde el silencio al corazón.  Repetirlas  una y otra vez, incluso de otra manera, con nuestras palabras. Esto es otra forma de orar. Señor, tu eres mi delicia. En ti todo lo puedo. Nada temo, porque Tú estás conmigo.
Acompañarlas con imágenes, que nos calienten el corazón, que nos muevan sensiblemente.
Sea el Señor mi delicia. Se nos ocurren tantas imágenes que nos deleitan, que nos entran por los sentidos y nos colman de paz y felicidad.  Cada uno podría recurrir a las que más le ayuden. A mí me vienen algunas que os brindo. Cuando uno en esos de marcha en el campamento después del esfuerzo, llega a la cumbre, sediento se para a descansar  y le ofrecen algo de beber o una fruta jugosa, llena de zumo. Se queda un rato contemplando, mirando el horizonte infinito y saborea las delicias del Señor. Cuando uno en estas navidades se ha podido reunir en familia o con el amigo que hacía tiempo que no veía y se llena la escena de sonrisas, recuerdos, vivencias. Uno no quiere que se escapen esos deliciosos instantes. Escenas de niños gozosos recibiendo sus primeros reyes, madres que han dado a luz y ensimismadas no separan la mirada del niño. Pues eso quisiera yo tener presente mañana junto al Señor. Ponerme muy cerquita del sagrario y saborear el paso de Jesús por mi vida. Cuando estoy cerca del Señor en la oración todo se torna delicioso.
El salmo también nos anima a tener confianza, a que si llegamos a la oración en otra disposición, pidamos ayuda  al Señor. Él incluso nos ofrece su mano en las caídas, quiere asegurar nuestros pasos, porque su alegría es nuestra alegría. Él es nuestro alcázar y nuestro refugio.
Él sabe que el camino de nuestra vida no es sencillo, que buscamos muchas veces saciar nuestro corazón con otras delicias. No importa, si vuelves.  Él nos dice que salva a aquellos que se acercan y acogen a Él.
Puede ser también nuestra oración una súplica que salga del corazón. “Te daré lo que suplica tu corazón” continua el salmo. La cuestión más importante cuando uno se acerca a orar: ¿Qué suplica mi corazón? ¿Qué busca mi corazón? Decirle  Señor mío y Dios mío, a quien iremos. Señor yo quiero estar cerca de Ti, yo quiero que reines en mi corazón. Así pues pedir y pedir, Él sin que nosotros nos demos cuenta, en silencio va acrecentando su amor en nosotros, Él va haciendo germinar la semilla de la gracia. A nosotros nos queda abonarla, no secarla, dejarla crecer, echar ramas donde otros puedan cobijarse, hacer su nido.

Pero como nos dice la primera lectura, todo esto que parece tan bonito y tierno no es tan sencillo. Debemos cuidar nuestros sentidos, imaginación, nuestras actividades cotidianas. Debemos pertrecharnos en la oración, hacernos amigos fuertes de Jesús porque los tiempos son de combate, porque la vida no es sencilla y no hay que ser ingenuos. Pero siguiendo el texto del evangelio: Nosotros no somos gente que se arredra para la perdición, sino hombres de fe para salvar el alma. Ánimo y a disfrutar en la oración.

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