Comenzamos nuestra oración
poniéndonos en la presencia del señor. Le pedimos al espíritu santo que nos
ilumine y que nos conceda la gracia de poder hacer oración.
“Estad alegres cuando compartís los
padecimientos de Cristo.”
Hoy
después de leer las lecturas que se nos proponen podemos sacar un mensaje muy
claro: Estad alegres. San Pedro lo escribe así en su carta de la
primera lectura y durante todas las lecturas lo podemos ver.
En
la primera lectura San Pedro les recuerda a los discípulos y a nosotros hoy el
estilo de vida que se nos ha propuesto en el evangelio y termina recordándonos
la alegría, sobre todo la alegría en los momentos malos con lo frase que he
resaltado en al principio.
Por
otro lado, en el evangelio se cuenta el pasaje de Jesús en el templo con los
mercaderes y también el de la higuera seca en el que les recuerda a los
apóstoles la importancia de la fe.
Al
final todas estas cosas se deben reflejar en la alegría. Tenemos que ser
alegres. Hoy que muchos estamos con exámenes, otros con el agobio del fin de
cursos y otros con problemas en el trabajo tenemos que ser alegres. Tanto si
van las cosas bien como si van mal, simplemente porque somos hijos de Dios.
Tenemos la obligación de ser alegres porque, al fin y al cabo, las dificultades
que podamos encontrar en nuestra vida son la oportunidad de imitar la cruz de
Jesús, de seguir su camino, de ser santos. También tenemos que estar alegres
porque tenemos templos limpios y tranquilos donde nos espera Dios con los
brazos abiertos para que le busquemos y hagamos oración. En definitiva, hoy os
invito a que caigáis en la cuenta de todas las gracias, regalos y oportunidades
que tenemos de estar alegres. Y sobre todo hay que estar alegres en los
padecimientos, no como gesto de fortaleza y orgullo, sino como gesto de fe de
confianza y de amor hacia quien nos lo ha dado todo.
Por
último, la alegría hay que buscarla con todo lo que se nos recuerda en las
lecturas: vida de entrega, oración en el templo y fe incondicional en el que
sabemos que nos quiere sin medida. También acordemos de María nuestra madre que
ella también es ejemplo de alegría.