1 junio 2018. Viernes de la VIII semana del Tiempo Ordinario – San Justino – Puntos de oración


Comenzamos nuestra oración poniéndonos en la presencia del señor. Le pedimos al espíritu santo que nos ilumine y que nos conceda la gracia de poder hacer oración.
“Estad alegres cuando compartís los padecimientos de Cristo.
Hoy después de leer las lecturas que se nos proponen podemos sacar un mensaje muy claro: Estad alegres.  San Pedro lo escribe así en su carta de la primera lectura y durante todas las lecturas lo podemos ver.
En la primera lectura San Pedro les recuerda a los discípulos y a nosotros hoy el estilo de vida que se nos ha propuesto en el evangelio y termina recordándonos la alegría, sobre todo la alegría en los momentos malos con lo frase que he resaltado en al principio.
Por otro lado, en el evangelio se cuenta el pasaje de Jesús en el templo con los mercaderes y también el de la higuera seca en el que les recuerda a los apóstoles la importancia de la fe.
Al final todas estas cosas se deben reflejar en la alegría. Tenemos que ser alegres. Hoy que muchos estamos con exámenes, otros con el agobio del fin de cursos y otros con problemas en el trabajo tenemos que ser alegres. Tanto si van las cosas bien como si van mal, simplemente porque somos hijos de Dios. Tenemos la obligación de ser alegres porque, al fin y al cabo, las dificultades que podamos encontrar en nuestra vida son la oportunidad de imitar la cruz de Jesús, de seguir su camino, de ser santos. También tenemos que estar alegres porque tenemos templos limpios y tranquilos donde nos espera Dios con los brazos abiertos para que le busquemos y hagamos oración. En definitiva, hoy os invito a que caigáis en la cuenta de todas las gracias, regalos y oportunidades que tenemos de estar alegres. Y sobre todo hay que estar alegres en los padecimientos, no como gesto de fortaleza y orgullo, sino como gesto de fe de confianza y de amor hacia quien nos lo ha dado todo.
Por último, la alegría hay que buscarla con todo lo que se nos recuerda en las lecturas: vida de entrega, oración en el templo y fe incondicional en el que sabemos que nos quiere sin medida. También acordemos de María nuestra madre que ella también es ejemplo de alegría.

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