3 mayo 2018. Santos Felipe y Santiago, apóstoles – Puntos de oración


El evangelio que S. Pablo proclama, y en el que estamos fundados, es que Cristo murió por nuestros pecados, fue sepultado y que resucitó. Este mensaje, nos dice el Salmo 18, debe alcanzar a toda la tierra, para que el Cielo proclame la gloria de Dios. Hoy, con mi vida, puedo colaborar para se haga realidad ese anuncio y esa alabanza de gloria.
Entonces, si Cristo es la razón de nuestra esperanza, este es mi hijo amado, escuchadle, no nos extraña que Él se defina como el camino, la verdad y la vida. Pero con el único fin de conducir al Padre. En las lecturas se nos invita a detenernos en esta verdad y realidad maravillosas. Si somos sinceros ¿cuánto tiempo dedicamos a meditar en el Padre? Aunque, como dice Jesús, quien me ha visto a mí, ha visto al Padre. Podemos animarnos a leer algo y meditar un tiempo sobre esta pertenencia de Cristo y, a través de Él, nosotros, al Padre del Cielo.
La prueba de esta pertenencia de Jesús al Padre, son las obras de compasión, amor, misericordia y enseñanza que va realizando, si no creed a las obras. Esto nos recuerda, como el evangelio de ayer, que sin mí no podéis hacer nada. El Maestro nos enseña así a buscar en él la fuerza, la luz y el saber hacer, para poder dar fruto abundante.
Qué consuelo y agradecimiento por esa promesa de mediación que nos ofrece el Señor: lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré. Pues, ¡tenemos tantas intenciones, que le llevamos la cesta llena de ellas! Ir a pedirle ya es algo, pero ¿Y la confianza, fe y constancia necesarias para verlas realizadas?, ¿Quién va a tramitar debidamente nuestras peticionesante le Hijo? El corazón lo sabe. La más atenta y bondadosa Madre conoce muy bien a su Hijo y cómo abordarle. Su intercesión es incontestable: no tienen vino.

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