En este año jubilar del P. Morales,
la celebración de la Visitación de la Virgen, comienzo de la campaña más
característica de los cruzados y el Movimiento, es sin duda una fiesta de
familia entrañable y comprometedora.
Vemos una vez más a la Virgen
silenciosa y adoradora del misterio del Verbo encarnado en sus entrañas
purísimas, ascender a la montaña. También la escalada de la santidad a la que
nos empuja el Espíritu Santo, que nos habita y moviliza, se hace posible en
compañía y con la presencia cercana, aunque silenciosa de la Virgen. Todo es
posible con su dulce nombre en el corazón.
Contemplamos una vez más a santa
María de la alabanza, virgen poeta de la grandeza de Dios, que en ella ha hecho
maravillas. También nosotros, cada uno de nosotros, podemos cantar y agradecer
a Dios el misterio de su predilección: Misterio de amor incomprensible e
inmerecido por el que cada uno hemos sido elegidos (¿por qué yo y no otro?)
para vivir, para conocer y amarle con el amor de Jesús en mí. Esto solo basta
para muchos ratos de oración.
Miramos a la mujer humilde que sirve
en las faenas de la casa, que ayuda a una prima mayor, que se hace a la nueva
aldea, Ain Karim, como una más. Así de amable y servicial es nuestra Señora y
Reina, santa María. Ante este modelo, nos comprometemos a vivir los pequeños detalles
de la campaña de la Visitación como ofrenda a la Virgen para la salvación de la
juventud del mundo, para que las actividades de la Milicia y el Movimiento en
este verano sean provechosas y fecundas abriendo, como decía el Padre, rutas de
santidad laical.