En este día en que recordamos a un
gran Padre de la Iglesia, luchador infatigable contra las herejías de la época,
se nos cuenta en la primera lectura, de los Hechos de los Apóstoles, las
primeras dificultades que surgieron en la iglesia primitiva debido a la
obligación de seguir o no algunas costumbres musaicas. Así se convocó el primer
concilio de la Iglesia naciente, en Jerusalén, donde el Espíritu Santo que
envió a los discípulos a predicar el evangelio a todas las naciones se hace
presente de nuevo. Esta presencia permanente del Espíritu sigue hoy vivificando
nuestra vida. y nos impulsa a dar una respuesta concreta a las necesidades y
urgencias de nuestro tiempo. Nos llama también a avivar nuestra fe en Jesús, en
este Jesús que nos dice en el Evangelio de hoy: permaneced en mí.
“El seguimiento que Jesús nos pide es
que permanezcamos junto a Él, que seamos sarmientos vivos inundados por su vida
y su gracia. Jesús es la vid verdadera y el Padre el labrador. Purificados por
su Palabra y unidos a la fuente de vida que es Jesús participamos de la vida
del Padre y damos fruto abundante. Toda la riqueza de nuestra existencia
depende de esa unión íntima con Jesús. De esta comunión brota la fecundidad de
nuestros actos. Dios actúa por nosotros, y casi siempre, por encima de
nosotros.” (Oscar Salazar, O.P)
Cuántas veces repetía el padre
Morales el binomio vid-sarmientos. Nos impulsaba continuamente a estar unidos a
Cristo, porque sólo de él recibimos la vida, sólo con su fuerza producimos
frutos abundantes, como los sarmientos unidos a la vid.
Pidámosle a la Virgen María, en este
comienzo del mes de mayo, que nos mantenga muy unidos a su hijo, que no deje
que nos separemos de él. Pedirla también que seamos humildes, como los
sarmientos, que saben que no son nada si no están unidos a la vid. Todo el
fruto que podamos dar será debido a la savia de la gracia que la vid, Cristo,
mete en nuestra vida, a través de los sacramentos, de la oración, del trato
alma-alma con nuestros compañeros de trabajo o estudio.
San Atanasio, gran luchador por la
Iglesia en el siglo IV, nos alcance ser infatigables en este mes de mayo en
difundir el amor a María, sabiendo que no somos nosotros, sino la gracia de
Cristo en nosotros la que actúa.