Primero nos ponemos en presencia de
Dios pidiendo ayuda al Espíritu Santo y haciendo la oración preparatoria, que
es pedir gracia a Dios nuestro Señor para que todas mis intenciones, acciones y
operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de su divina
majestad.
San Felipe Neri es el santo de la
alegría de la caridad, y del amor a los niños y jóvenes. Su gran amor no le
cabía en el pecho. Gran hombre de oración (solía pasar la noche rezando y
contemplando el crucifijo) y de acción. Al conocer a San Ignacio quiso ir a
evangelizar la India, pero finalmente se quedó en Roma y por eso fue llamado:
“El apóstol de Roma”. Tuvo grandes experiencias místicas que intentaba ocultar
con bromas y payasadas y con su carácter alegre y dicharachero. En una de esas
experiencias pidiendo los dones del Espíritu Santo, se inflamó del gran amor de
Dios y se le agrandó el corazón, teniendo dos costillas arqueadas para que
cupiese. También Nuestra Madre se le apareció sanándolo de una afección de
vesícula.
Cuando evangelizaba por las calles de
Roma y hablaba un rato con las personas solía decir: “amigo ¿y
cuándo vamos a empezar a ser mejores? O sed buenos si podéis, no siempre se
puede, pero hay que intentarlo”.
Las lecturas de hoy las vivió este
santo.
El apóstol Santiago nos hace una
exhortación a la fuerza de la oración y de la fe. Nos dice que hay que rezar en
el sufrimiento, cantar en la alegría, pedir ayuda en la enfermedad, tanto
corporal como espiritual y confiar y tener fe en Dios y en los hermanos. La
oración de los hermanos y de los sacerdotes nos sana. Nos hacemos
humildes confesando nuestras debilidades y rezando unos por otros.
El Salmo nos sigue transmitiendo la
misma idea- Orar al Padre suplicándole que nos escuche en la persecución y
pedirle ayuda para que no nos aliemos con los malvados. Para que sepamos callar
y para que sepamos decir, que nuestros labios sirvan para bendecir y alabar o
corregir, pero todo con amor.
El evangelio, uno de los más bellos,
está enmarcado entre el segundo anuncio de la pasión y el tercero. Jesús, unos
versículos atrás, ya les ha dicho a los apóstoles cómo se tienen que comportar
con los niños, pero ellos parecen no entenderlo. Siguen con su mentalidad. Tenemos
que ver los gestos maternales de Jesús (Que los niños se acerquen, para
abrazarlos para bendecirlos para decirles que son amados, deseados por Dios,
que a sus ojos son preciosos). Cuanto más pequeños somos más cerca estamos del
corazón de nuestros padres, más cerca de su reino porque el reino de una
persona siempre es el corazón; ante Dios siempre somos pequeños, igual que ante
unos padres siempre sus hijos son pequeños, aunque sólo sea por la diferencia
de edad. Cuando nos relacionamos desde nuestra debilidad con Dios entra luz
entra paz, nuestras debilidades son como grietas por las que entra la luz y el
amor de Dios. En nuestra debilidad experimentamos el amor de Dios ese amor de
Padre y ese amor es su reino. Jesús en la cruz le dijo a su padre, en tus manos
encomiendo mi espíritu, era hijo era pequeño y débil se acercaba a su padre se
ponía en sus manos amorosas Dios siempre es cercano siempre está esperando a
que nos acerquemos a Él.
En Deuteronomio, Capitulo 8 versículo
7, dice Dios: no te he elegido por ser el pueblo más fuerte o más
numeroso; eres el más pequeño el más débil porque así puedo manifestarte más mi
amor. Pues eso es lo que hace cuando nos hacemos niños y nos acercamos a
Él.
Terminamos con un coloquio con La
Madre.