Antes de hacer nuestro rato de
oración, hacemos presente al Señor a nuestro lado. Si estás en una capilla,
mira al sagrario y haz un acto de amor puro: Señor te amo por mí y por los que
no te aman, te adoro por los que no te adoran y te quiero por los que no te
quieren. Si no estás en una capilla mira en tu interior, siente que Jesús está
dentro de ti y haz el mismo acto de amor.
Las
lecturas de la misa de hoy nos van preparando para la marcha de Jesús y para la
venida del Espíritu Santo. El final de la estancia de Jesús entre los hombres
se caracteriza por un envío continuo a los demás: Id y haced discípulos míos a
todos los hombres. Es una invitación a ser apóstoles y me gustaría poner de
manifiesto, junto al Papa Francisco, unos puntos sobre cómo debe ser el apóstol
de hoy:
1. Sed apóstoles capaces de encantar y de atraer; haced de la
misericordia un signo de vuestro apostolado. Sed seductores de vuestros
hermanos. También el buen ladrón se dejó seducir en la última hora por aquel
que “no ha hecho nada malo”. A un Dios lejano e indiferente se le puede
ignorar, pero no es fácil resistirse a un Dios tan cercano y además herido por
amor. La bondad, la belleza, la verdad, el amor, el bien es lo que podemos
ofrecer a este mundo mendigo, aunque sea en vasijas medio rotas.
Pero no se trata de atraer para sí
mismo, que el mundo ya está cansado de embaucadores mentirosos; sino para
presentar a Dios. Piensa en el sacerdote Elí y el pequeño Samuel; en cuanto se
da cuenta de que es Dios quien le llama le dice: Habla Señor que tu siervo
escucha.
2. Sed capaces de iniciar por caminos de misericordia a los
que os han sido encomendados. Cristo es el camino de la misericordia. Los
sacramentos son el signo más patente de esa iniciación. Con Cristo la Iglesia
proclama que ninguno está perdido. Para Cristo cada uno es único. Por eso dejes
nunca de mirar al otro con esa visión de unicidad; no dejes nunca de intentar
todo para llegar a ellos, sin escatimar esfuerzos para recuperarlos. Hoy más
que nunca hay que empezar desde la nada: muchos de los que nos rodean nunca han
rezado, nunca les han hablado de Jesús.
Cuando Jesús exponía todo con
parábolas, después se retiraba a casa y los discípulos se acercaban y le
pedían: “Maestro, explícanos…”. Es tarea del apóstol suscitar este interés en
todos los que le rodean.
3. Por último, sed capaces de acompañar en el camino de la
misericordia. Nos vamos al camino de Jericó y contemplamos el corazón del
samaritano que se desgarra al ver a aquel hombre que ha caído en manos de unos
bandidos: le cura las heridas, le calma el dolor, le acompaña a una posada y
paga todos los gastos. Mira en tu derredor quién es hoy tu prójimo que ha caído
y te necesita: los jóvenes, los ancianos, las familias; hay todo un mundo que
necesita de la misericordia.
Ponte
en manos de la Virgen en este mes de mayo; Ella sí que ha sabido vivir en
plenitud los caminos de misericordia. Antes de terminar tu oración rézale por
lo menos un Ave María y pon en esa oración todo tu corazón.