8 mayo 2018. Martes de la VI semana de Pascua – Puntos de oración


Antes de hacer nuestro rato de oración, hacemos presente al Señor a nuestro lado. Si estás en una capilla, mira al sagrario y haz un acto de amor puro: Señor te amo por mí y por los que no te aman, te adoro por los que no te adoran y te quiero por los que no te quieren. Si no estás en una capilla mira en tu interior, siente que Jesús está dentro de ti y haz el mismo acto de amor.
Las lecturas de la misa de hoy nos van preparando para la marcha de Jesús y para la venida del Espíritu Santo. El final de la estancia de Jesús entre los hombres se caracteriza por un envío continuo a los demás: Id y haced discípulos míos a todos los hombres. Es una invitación a ser apóstoles y me gustaría poner de manifiesto, junto al Papa Francisco, unos puntos sobre cómo debe ser el apóstol de hoy:
1.      Sed apóstoles capaces de encantar y de atraer; haced de la misericordia un signo de vuestro apostolado. Sed seductores de vuestros hermanos. También el buen ladrón se dejó seducir en la última hora por aquel que “no ha hecho nada malo”. A un Dios lejano e indiferente se le puede ignorar, pero no es fácil resistirse a un Dios tan cercano y además herido por amor. La bondad, la belleza, la verdad, el amor, el bien es lo que podemos ofrecer a este mundo mendigo, aunque sea en vasijas medio rotas.
Pero no se trata de atraer para sí mismo, que el mundo ya está cansado de embaucadores mentirosos; sino para presentar a Dios. Piensa en el sacerdote Elí y el pequeño Samuel; en cuanto se da cuenta de que es Dios quien le llama le dice: Habla Señor que tu siervo escucha.
2.      Sed capaces de iniciar por caminos de misericordia a los que os han sido encomendados. Cristo es el camino de la misericordia. Los sacramentos son el signo más patente de esa iniciación. Con Cristo la Iglesia proclama que ninguno está perdido. Para Cristo cada uno es único. Por eso dejes nunca de mirar al otro con esa visión de unicidad; no dejes nunca de intentar todo para llegar a ellos, sin escatimar esfuerzos para recuperarlos. Hoy más que nunca hay que empezar desde la nada: muchos de los que nos rodean nunca han rezado, nunca les han hablado de Jesús.
Cuando Jesús exponía todo con parábolas, después se retiraba a casa y los discípulos se acercaban y le pedían: “Maestro, explícanos…”. Es tarea del apóstol suscitar este interés en todos los que le rodean.
3.      Por último, sed capaces de acompañar en el camino de la misericordia. Nos vamos al camino de Jericó y contemplamos el corazón del samaritano que se desgarra al ver a aquel hombre que ha caído en manos de unos bandidos: le cura las heridas, le calma el dolor, le acompaña a una posada y paga todos los gastos. Mira en tu derredor quién es hoy tu prójimo que ha caído y te necesita: los jóvenes, los ancianos, las familias; hay todo un mundo que necesita de la misericordia.
Ponte en manos de la Virgen en este mes de mayo; Ella sí que ha sabido vivir en plenitud los caminos de misericordia. Antes de terminar tu oración rézale por lo menos un Ave María y pon en esa oración todo tu corazón.

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