10 mayo 2018. Jueves de la VI semana de Pascua – San Juan de Dios – Puntos de oración


Escribe Juan de Ávila que Dios nos habla por sus enviados en el Antiguo y Nuevo Testamento excepto en el Evangelio que nos habla directamente, por sí mismo. “Lo que en otras partes ha dicho, ha sido hablar Él por boca de sus siervos; y lo que habló en la humanidad que tomó, háblalo por su propia persona.” (San Juan de Ávila-Audi, Filia).
Nos ha comentado Francisco, que al iniciar la oración pidamos al Espíritu Santo la gracia de recordar y entender el mensaje del Evangelio. No olvidemos ese consejo.  “Cuando vosotros leéis todos los días —como os he recomendado— un trozo, un pasaje del Evangelio, pedid al Espíritu Santo: «Que yo entienda y recuerde estas palabras de Jesús». Y después leer el pasaje, todos los días... Pero antes, esa oración al Espíritu, que está en nuestro corazón: «Que recuerde y entienda»”.
Al leer el evangelio de hoy: “En verdad, en verdad os digo: vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría”. Me he acordado de la segunda bienaventuranza: “Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados”.
¿Es bueno llorar?, me pregunto. Si lloras porque has perdido la esperanza, si ya no confías en el amor, esas lágrimas te están destruyendo por dentro. 
Si tu llanto es por percibir el amor de Dios al que sientes que no has correspondido, o si lloras por un sobrecogimiento por la verdad, por una resistencia contra la mentira y el mal, una especie de ira que reclama en tu interior la justicia. Esas lágrimas curan, pues nos enseñan a esperar y amar de nuevo. Estas lágrimas las representa Pedro, alcanzado por la mirada del Señor, rompe a llorar con lágrimas sanadoras.
En el pasaje del evangelio de hoy los discípulos lloran por percibir que el mal pueda vencer, al percibir la ausencia del Maestro. En su interior Jesús ha sembrado un inconformismo con el mal, una oposición al aturdimiento de la conciencia. Finalmente, el consuelo y la alegría reaparecerán cuando se vuelvan a encontrar con el Amado, entonces “ellos serán consolados”.  
En los Hechos de los apóstoles, Pablo sintió la tristeza por aquellos corintios que se oponían a su palabra y “respondían con blasfemias” y es consolado cuando el Espíritu le manda a pescar en otras aguas y los gentiles creen en el Señor, así como otros muchos corintios.
“El Señor revela a las naciones su victoria”. Aquí está la alegría de aquellos que no perdieron la esperanza, confiaron en el amor y sus lágrimas fueron sanadoras.
Quedémonos leyendo, meditando, orando y contemplando estos pasajes que hoy la Iglesia ha seleccionado para ti.

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