Muy queridos todos, el tiempo de
Pascua está tocando a su fin… El
próximo domingo celebraremos la Ascensión del Señor, y hay algo que se nos va
tras de Él, sin querer..., queriendo...; y es que estamos hechos para la Vida
Eterna, para ese ya nunca jamás sufrimiento..., ni dolor..., ni muerte… ¡La
Vida Eterna! ¡Con solo pronunciar estas tres palabras todo se nos
conmueve en nosotros, y nos impele a un suspirar profundo..., para poder
contener las lágrimas que nos brotan del corazón…
Jesucristo en el Evangelio de este
día nos dice dos cosas importantes, la
primera es consoladora, y la segunda es preocupante..., pero gloriosa… Vamos
hoy a profundizar en nuestra oración personal sobre ello, sobre esas dos
realidades profetizadas y realizadas en la vida de todo cristiano…
La primera es que se nos promete la
asistencia del Paráclito, el Abogado ante el Padre. el enviado por el Hijo… ¡El Paráclito! ¿Qué lugar ocupa el Espíritu Santo en
nuestra oración..., en nuestra vida..., en todo lo que somos y hacemos...?
Preguntémonos como actualizamos su presencia en nosotros..., y que nivel de
intimidad tenemos con El… Creo que un cristiano, una cristiana, no deberían
vivir sin su presencia en sus vidas, sin la súplica constante a Él en sus
labios, sin la constatación de su obra en nosotros… ¡Preparemos nuestra oración
con su súplica, realicemos nuestra oración con su presencia, y gocémonos con su
actuación en ella…! ¡Ven, ven, Espíritu de Vida, Consolador Incomparable y
Fuerza de mi alma...! ¡Sin tu Divino Impulso nada hay puro en nosotros, pobres
de todo bien…! ¡Oh Señor y Dios nuestro, compadécete y envíanos pronto el
Espíritu que nos cobije..., nos consuele…, y nos ayude…! ¡Sin El
nada podemos hacer y nada somos...!
Y la segunda cosa que se nos decía, y
que nosotros, anunciábamos como preocupante, es al mismo tiempo también
gloriosa..., y esta es, que todos
nosotros sufriremos persecución por causa de la justicia, es decir por la
santidad de nuestras vidas… ¡No, nos escandalicemos! ¡No volvamos
nuestro rostro hacia otra parte...! ¡Tengamos el valor de decir sí a Cristo, y
esto hasta las últimas consecuencias..., y comprendamos entonces, que quien nos
puede causar semejante dolor, es porque no ha conocido ni amado a Jesucristo,
ni al Padre…
Seremos excomulgados, de esa
sinagoga, que es la vida social en la que nos movemos, pertenecemos, y somos...; y cuando se haga esto, se pensará incluso que con
ello se está haciendo un bien social… ¿Estamos preparados para ese momento…?
¿Lo deseamos...? ¿Nos ha ocurrido ya...? Si el Espíritu Santo desciende sobre
nosotros como Jesucristo nos lo ha prometido, esto ocurrirá inexorablemente…,
pues nunca han sido compatibles la luz y las tinieblas..., la verdad y la
mentira..., el bien y el mal… ¡Magnífica señal, será entonces, de que hemos
resucitado con Cristo, muriendo al hombre viejo y reviviendo con Cristo a una
Vida Nueva, su Evangelio...!
¡Recordemos, cuando esto suceda..., que Él ya nos lo había predicho..., anunciado…,
profetizado...; y entonces tendremos la seguridad de que estamos en el
Camino..., en la Verdad, y en la Vida, que es Jesucristo...!