Lectura de la primera carta del apóstol
san Pedro (1, 18-25)
Queridos hermanos: Ya sabéis
que fuisteis liberados de vuestra conducta inútil, heredada de vuestros padres,
pero no con algo corruptible, con oro o plata, sino con una sangre preciosa,
como la de un cordero sin defecto y sin mancha, Cristo, previsto ya antes de la
creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos por vosotros, que, por
medio de él, creéis en Dios, que lo resucitó de entre los muertos y le dio
gloria, de manera que vuestra fe y vuestra esperanza estén puestas en
Dios. Ya que habéis purificado vuestras almas por la obediencia a la
verdad hasta amaros unos a otros como hermanos, amaos de corazón unos a otros
con una entrega total, pues habéis sido regenerados, pero no a partir de una
semilla corruptible sino de algo incorruptible, mediante la palabra de Dios
viva y permanente, porque «Toda carne es hierba y todo su esplendor como flor
de hierba: se agosta la hierba y la flor se cae, pero la palabra del Señor
permanece para siempre». Pues esa es la palabra del Evangelio que os
anunció.
Salmo
responsorial (Sal 147, 12-13. 14-15. 19-20)
R. Glorifica al Señor, Jerusalén.
R. Glorifica al Señor, Jerusalén.
Glorifica al Señor, Jerusalén; alaba a
tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti. R.
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti. R.
Ha puesto paz en tus fronteras, te
sacia con flor de harina.
Él envía su mensaje a la tierra, y su palabra corre veloz. R.
Él envía su mensaje a la tierra, y su palabra corre veloz. R.
Anuncia su palabra a Jacob, sus
decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así, ni les dio a conocer sus mandatos. R.
con ninguna nación obró así, ni les dio a conocer sus mandatos. R.
Lectura del santo evangelio según san
Marcos (10, 32-45)
En aquel tiempo, los discípulos iban
subiendo por el camino hacía Jerusalén y Jesús iba delante de ellos; ellos
estaban sorprendidos y los que lo seguían tenían miedo. Él tomó aparte otra vez
a los Doce y empezó a decirles lo que le iba a suceder: -«Mirad, estamos
subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos
sacerdotes y a los escribas, lo condenarán a muerte y lo entregarán a los
gentiles, se burlarán de él, le escupirán, lo azotarán y lo matarán; y a los
tres días resucitará». Se le acercaron los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y
le dijeron: -«Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir». Les
preguntó: -«¿Qué queréis que haga por vosotros?». Contestaron: -«Concédenos
sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda». Jesús replicó:
-«No sabéis lo que pedís, ¿podéis beber el cáliz que yo he de beber, o
bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?». Contestaron:
-«Podemos». Jesús les dijo: -«El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y seréis
bautizados con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi
derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, sino que es para quienes
está reservado». Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago
y Juan. Jesús, llamándolos, les dijo: -«Sabéis que los que son reconocidos como
jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. No será así
entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro
servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del
hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por
muchos».