9 mayo 2018. Miércoles de la VI semana de Pascua – Puntos de oración


El evangelio de hoy nos habla, entre otras, de dos cosas:
-          Dios es inconmensurable y pleno.
-          El ser humano es limitado y está en progreso.
Como escribía San Agustín, intentar abarcar a Dios es como intentar meter el océano en un agujero hecho en la playa, sirviéndose de una concha.
Somos seres en evolución, también en lo espiritual. Por eso el Señor nos dirá: «Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena». También en el lavatorio de los pies le dirá a Pedro: «Lo que yo hago tú ahora no lo entiendes, lo entenderás más adelante».
Este tipo de situaciones a menudo nos dejan perplejos, porque nos consideramos suficientemente evolucionados, maduros y libres, como para gobernar nuestra vida.  Muchas cosas me quedan por deciros, dice Jesús, pero no podéis cargar con ellas todavía, porque no estamos preparados, porque no lo entenderíamos, porque nos aplastarían, nos abrumarían. Esto nos coloca en nuestro sitio de criaturas limitadas en el espacio y el tiempo, con un conocimiento parcial de las cosas presentes y un desconocimiento total de las futuras.
El Señor lo sabe, sabe que somos limitados, que estamos incompletos, por eso no nos pide más que vivir en el momento presente el único para el que estamos capacitados para vivir. Vivir en el momento presente implica fiarse de Dios y dejarse guiar por Él.
Cuando vivimos agobiados, estresados, angustiados, es porque no nos conformamos con cargar sólo con la cruz de cada día y nos ponemos a hacer de creadores, a cargar con aquello que no nos corresponde: el futuro, la vida de los demás… pero no podéis cargar con ellas por ahora, nos dice Jesús. Nos salimos de nuestro ser de criaturas.
Decía el Papa Benedicto XVI, que el santo es el que deja llevar la carga a Dios. ¡Qué definición más bonita y esperanzadora de la santidad! ¡Qué dulce es dejar llevar el peso de la vida a Dios! ¡Qué vida tan feliz llevaríamos si dejásemos a Dios llevar las riendas de nuestra vida, si nos dejásemos guiar por El! En el evangelio de hoy el Señor nos anima a esto, a dejarnos guía por el Espíritu, el Espíritu de la verdad, de la verdad de Dios que es omnipotencia y de la verdad del hombre que es limitación.
María esto lo sabía, y porque sabía de su propia insignificancia y de la omnipotencia de Dios es por lo que vivía feliz y cantaba: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humildad de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones”.

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