Siempre que iniciemos un rato de
oración, san Ignacio de Loyola nos propone en el libro de los Ejercicios
Espirituales: “… Pedir gracia a Dios nuestro Señor, para que todas mis
intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y
alabanza a su divina Majestad” (46).
Y ahora pasar directamente al texto
evangélico que hoy nos propone la liturgia. “…Maestro bueno, ¿qué haré
para heredar la vida eterna?... Ya sabes los mandamientos: no matarás, no
cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra
a tu padre y a tu madre”. Él replico: “Maestro, todo esto lo
he cumplido desde mi juventud”. Jesús se quedó mirándolo, lo amó y le
dijo: “Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, dáselo a
los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme”. A
estas palabras, él frunció el ceño y se marchó triste porque era muy rico…
En este rato de oración debo de
abrirme con sencillez para que esta palabra me inunde el corazón. Si me llega
dentro, no tengo otra posibilidad que dejar todo lo que tengo, que me ata, (tú
sabrás aquellas cosas que no te dejan levantar el vuelo, ya sean cuerdas
resistentes o hilos muy finos) para seguir a Jesús.
Algunas cuestiones que te puedes
formular en este diálogo con Jesús, que es la oración.
- No parece que este personaje fuera tan joven. Era rico
porque había heredado parte de la fortuna de su padre, seguramente.
- Afirma que cumple todos los mandamientos que le recuerda
el Señor. (Todos ellos relacionados con la corrupción que es la palabra que más
se oye en estos días y que nadie está libre de ser corrupto).
- ¿Cómo he llegado yo a ser “rico”?
- Parece quiere heredar la vida eterna, como un regalo, sin
esfuerzo. Como ha vivido hasta ahora. Se trata de seguir a un maestro bueno,
pero sólo de palabra, no con su vida.
- La persona que conoce a Jesús le ama y le sigue con todas
las consecuencias, también en medio del mundo… en el estudio, en el trabajo,
con mi familia, esposa hijos, amistades…
- Por esta razón, la persona que aparece hoy en el evangelio
no pasa del mandamiento al consejo: si quieres, vende lo que tienes, dáselo a
los pobres… Y luego ven y sígueme… y se marchó triste…
Este texto evangélico ha transformado
la vida de muchas personas a lo largo de la historia del cristianismo, desde
san Antonio Abad podemos llegar a la vocación de nuestro Venerable P. Tomás
Morales: un amigo y compañero de estudios de Derecho que había entrado en la
compañía como noviciado le escribe en una carta en al año 1932; “La
vocación no consiste más que en esto” si quieres ser perfecto, anda,
vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres, y tú ven, sígueme”. Y
el P. Tomás Morales, 2 años antes de fallecer, lo recuerda perfectamente. Dice
a quien le entrevista el día (30 de agosto de 1992): “Sin saber cómo
ni de qué manera, me siento transformado en aquel instante”.
Al final del recorrido de este mes de
mayo, seguramente puedo escuchar de labios de la Virgen con toda suavidad y
firmeza, si quieres seguir a Jesús, vende todo cuanto tienes…