La liturgia de la misa hace decir en
varias ocasiones al sacerdote celebrante la palabra “oremos…” Es la exhortación
introductoria a una de las oraciones que vertebran la eucaristía: oración
colecta, ofrendas y post-comunión. En la misa de uno de estos días, quizá por
un fallo auditivo mío o por una mala pronunciación del sacerdote, me pareció
escuchar “amemos…” Lo he meditado después gozándome de este error acústico. ¿No
es lo mismo “oremos” y “amemos”? Evidentemente no, pues son palabras
diferentes, pero ¿en la vida de un cristiano, no deberían ir siempre unidas? Yo
he pensado que sí.
La exhortación de la misa para que
nos pongamos en actitud de oración cuando vamos a escuchar una oración
litúrgica, es una llamada también a llenar nuestra oración de amor a Dos y a
los hombres. Una oración sólo estética o simplemente dicha como parte de una
retahíla de oraciones, no sirve para nada. Es una oración vacía. Nuestra
oración ha de estar llena de los demás. Llena de nombres, como se dice ahora,
llena de rostros. Pero, no llena en el sentido de atiborrada. No se trata de
hacer listados memorísticos de personas a las que recodar. Se trata de poner
delante de Dios nuestro amor hacia cada una de las personas que citamos. Se
trata de poner nuestra mente, nuestro corazón, pero también nuestros brazos al
servicio de cada uno de ellos.
Por eso amar, “amemos”, es una
exhortación perfecta, en la misma línea que “oremos”. Si dijéramos “amemos”
estaríamos incluyendo ya el “oremos”. Cuando amo a una persona, quiero lo mejor
para ella, y es tanto lo que le deseamos que ni siquiera nuestro propio amor es
suficiente para colmarla. Por eso le pedimos a Dios que le conceda todo eso que
nosotros no somos capaces de darle. Además, en nuestra entrega, siempre puede
haber algo de egoísmo, doy para que me den, pero en Dios es todo pureza y
regalo.
El evangelio de hoy es muy exigente,
más para ser vivido que para ser proclamado. Hablar del amor y de amar al
prójimo es fácil y bonito. Vivir según lo que eso significa ya no es tan fácil
y bonito. Muchas veces significará duras pruebas de entrega y compromiso con el
otro, a veces, teniendo que pasar por situaciones feas. Ahí está el verdadero
amor.
El Señor nos ha elegido para esto.
Oremos y amemos como se nos pide.