10 mayo 2019. Viernes de la III semana de Pascua – San Juan de Ávila – Puntos de oración


Escribe Juan de Ávila que Dios nos habla por sus enviados en el Antiguo y Nuevo Testamento excepto en el Evangelio que nos habla directamente, por sí mismo. Lo que en otras partes ha dicho, ha sido hablar Él por boca de sus siervos; y lo que habló en la humanidad que tomó, háblalo por su propia persona. (San Juan de Ávila-Audi, Filia).
Como nos ha comentado Francisco, al iniciar la oración pidamos al Espíritu Santo la gracia de recordar y entender el mensaje del Evangelio.  
Las lecturas de hoy nos traen tres conceptos muy importantes para un cristiano: La conversión de Saulo, el apostolado y la Eucaristía. El apostolado y la conversión de Saulo están tan vinculados, en los primeros tiempos del cristianismo y en toda la historia que no se precisa comentario.
El evangelio de hoy nos trae para meditar la reacción de los judíos al segundo discurso de Cristo sobre el Pan de vida. 
Podemos contemplar como primer punto, la narración de la conversión de Saulo. Recordar las palabras de Pablo en 1Corintios 15: Finalmente a mí, como abortivo, se me apareció. Pablo no se cree digno de que el Señor se le aparezca.
Recordemos esto en la oración, al quedarnos allí donde encontremos consolación.  Debemos tener claro que la consolación ignaciana es don y gracia de Dios nuestro Señor. Ya nos avisa Ignacio que no alcemos nuestro entendimiento en alguna soberbia o gloria vana, atribuyendo a nosotros la devoción o las otras partes de la spiritual consolación. [ Ej. 322].  Pablo e Ignacio coinciden, en que experimentar, de una o de otra manera, la presencia de Dios es un don, siempre inmerecido.
En el salmo vamos a rezar: Id al mundo entero y proclamad el Evangelio. Alabad al Señor, todas las naciones, aclamadlo, todos los pueblos. Firme es su misericordia con nosotros, su fidelidad dura por siempre.
Podemos memorizar estas frases y orarlas como indica Ignacio en su tercero modo de orar, en su libro de ejercicios. Con cada anhélito o resollo se ha de orar mentalmente, diciendo una palabra, de manera que una sola palabra se diga entre un anhélito y otro, y mientras durare el tiempo de un anhélito a otro, se mire principalmente en la significación de la tal palabra, o en la persona a quien reza, o en la bajeza de sí mismo, o en la diferencia de tanta alteza a tanta bajeza propia. [ Ej. 258].
Finalmente, metiéndonos en la escena, contemplar a los judíos planteando aquella duda que no podían comprender: ¿Cómo puede este darnos a comer su carne?
Contemplar la respuesta del maestro, explicando el Pan de vida y como el que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Quedémonos leyendo, meditando, orando y contemplando estos ricos pasajes que hoy la Iglesia ha seleccionado para nosotros.

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