2 mayo 2019. Jueves de la II semana de Pascua – San Atanasio – Puntos de oración


“El que cree en el Hijo posee vida eterna”. Frase crucial del evangelio de san Juan que hoy nos recuerda la liturgia y puede servirnos para empezar nuestro momento de oración.
Pero antes, tras invocar al Espíritu Santo, vamos a ponernos en manos de María, vamos a pedirle, en este segundo día del mes de mayo, que ella dé fuerza y haga viva nuestra oración.
Las primeras palabras del Papa en su exhortación Christus vivit nos pueden servir hoy para recalcar esta idea del evangelio. “Vive Cristo, esperanza nuestra”; “Él vive y te quiere vivo”; “Él está en ti, Él está contigo y nunca se va… llamándote y esperándote para volver a empezar”.
¡Qué bien transmite el Papa la frase de san Juan: “el que cree en el Hijo posee vida eterna”!
Pidamos a la Virgen que nos creamos esta realidad que en los días de Pascua adquiere un mayor sentido, una fuerza mayor. Cristo, que vive, nos quiere vivos, más aún, nos da la verdadera vida. Abramos el corazón y aceptemos plenamente este gran don que se nos hace. Sintamos el amor de Dios que nos llena, nos inunda. Pidamos ser conscientes de ello, aún en las situaciones más complicadas de nuestra vida, o en las pequeñas dificultades de cada día.
El ejemplo de los apóstoles nos llena de alegría y nos da fuerzas para seguir este camino de confianza en Jesucristo. Ellos empiezan poniendo sin rubor los puntos sobre las íes: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”, “el Dios de nuestros padres resucitó a Jesús… haciéndolo jefe y salvador”. Él es el que otorga a Israel, a todos, “la conversión y el perdón de los pecados”.
Hoy podemos, por tanto, en la oración y durante todo el día, aquí y allá, ir diciendo con el salmo: “Cuando uno grita, el Señor lo escucha y lo libra de sus angustias”, porque Él vive, está a nuestro lado, nos acompaña en el camino, como acompañó a los dos de Emaús.
Nuestro corazón, como fruto de estos días de Pascua, se llena de alegría, se llena de esperanza: “El que cree en el Hijo posee la vida eterna”, que es lo mismo que decir, vivirá con Cristo para siempre.
Gracias, Madre. Haznos saborear esta realidad y transmitirla a los que nos rodean, siendo faro de esperanza allí donde estemos, transmitiendo la alegría que brota del Corazón de Cristo resucitado.

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