Que todas mis acciones, intenciones y
operaciones, sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de su Divina
Majestad.
Hoy la propuesta de los puntos de
oración es un texto de Abelardo. Dios suscita en la Iglesia carismas para dar
respuesta a necesidades de redención concretas de nuestro mundo. La Cruzada de
Santa María tiene una misión, ha sido suscitada, no por un grupo de hombres,
sino por el Espíritu Santo mismo, para decir una palabra, para hacer presente
la Palabra en este mundo, de una forma concreta.
Como miembros del Movimiento de Santa
María, cada uno de nosotros, desde nuestra vocación personal concreta, tenemos
una misión que cumplir, hay una llamada a profundizar y encarnar aquello que
después debemos transmitir.
Por tanto, la invitación es: zambúllete
en el texto de Abelardo en este rato de oración, pide
la gracia de vivirlo, para transmitirlo a otros muchos.
“NO SABÍA QUE
ERA JESÚS” (Jn 20, 14) [Lunes III de Pascua]
“María
Magdalena estaba junto al sepulcro, fuera”. Fuera. Es una escena para
contemplar. Es-taba de pie, junto al sepulcro; fuera y llorando. En la Cruz
estaba también llorando la Virgen. Y es que pone aquí san Juan las mismas
palabras. “La Virgen estaba en pie, junto a la cruz”. Aguantando el dolor. Pero
María Magdalena ya ha estallado del dolor. Está llorando y está fuera del
sepulcro. No dentro, está fuera. Como nos pasa muchas veces a nosotros, que
estamos fuera de la oración, estamos fuera. No estamos dentro del Sagrario,
estamos fuera. Pero, ¡qué bonito es estar, en pie, es decir, fieles! Llorando
nuestras infidelidades y llorando la ausencia de aquel a quien amamos.
Y llorando. Y
así, llorando, “se inclinó para mirar dentro del sepulcro”. Es el amor que
desea. La psicología del amor que desea, que la ha hecho mirar cincuenta veces
dentro del sepulcro y no hay nada; pero vuelve a mirar. Como cuando tú pierdes
un objeto y lo buscas y has abierto el cajón diez veces y lo vuelves a cerrar.
Y vuelves a abrir el cajón; “pues no está”. El deseo de encontrarlo te hace
mirar en un mismo sitio un montón de veces.
Y así,
llorando, “se inclinó para mirar dentro del sepulcro, y vio dos ángeles con
vestiduras blancas, sentados. Uno a la cabeza del sepulcro, y otro a los pies
del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús”. Lo que busca es otra
cosa. Ve dos ángeles, pero “no queráis enviarme de hoy más mensajeros que no
saben decirme lo que quiero”. No, nada; no presta atención. El único objeto de
su amor es Cristo.
¿Amamos
nosotros así? Nosotros ya nos hubiéramos quedado entretenidos con los ángeles.
Ya es un consuelo ver dos ángeles. Mirar a un sepulcro donde no hemos visto
nada y de repente ver dos ángeles. Pero ella está tan apasionada por Jesús, que
no le bastan los ángeles. Los consuelos en los que nosotros podemos poner el
corazón no son suficientes. Entremos más adentro en la espesura.
“Ellos le
dijeron: «Mujer, ¿por qué lloras?». Ella les dijo: «Porque se llevaron a mi
Señor y no sé dónde lo han puesto»”. Porque se llevaron a mi Señor. Porque sin
Él no puedo. Porque le necesito, porque le amo. Es un corazón que le ama.
Nosotros tenemos que buscar así a Jesús: en la oración, en las almas, durante
el día; buscar al Señor. Busquémosle. “Queremos ver a Jesús”. Descubrirle
después en los fracasos, en las enfermedades, en los suspensos, en los fallos,
en todo; para abrazarme a Él.
“Como hubiera
dicho esto, se volvió hacia atrás y vio a Jesús de pie. Y no sabía que era
Jesús”. Sigue tan aturdida, tan fuera de sí, que no le reconoció. Como ha
perdido la fe, como para ella Jesucristo no ha podido resucitar, pues nada,
está ahí, aturdida. ¡Cuántas veces nos pasa también a nosotros esto! Está Jesús
en cercanía en nuestra vida, al lado, pero como tú tienes ya prefabricados tus
sentimientos, “ahí no puede estar Jesús”; en el director espiritual, “no está
Jesús”; en lo que te dicen, “no está Jesús”; en el fracaso, “no está Jesús”; en
el suspenso, “no está Jesús”; en las almas a las que te acercas, “no está
Jesús”...; como no lo pue-des ver ahí, lo quieres buscar de otra manera. Le
tienes ahí, al lado, cerca; pero no conoces que es Jesús.
Claro, la
diferencia está en que estamos empeñados en se haga nuestro criterio y no se
nos aparece. Ahora bien, si el sufrimiento fuese realmente porque busco a Jesús
y todavía no soy capaz de verle en la enfermedad, en un fracaso, en un
suspenso, en cualquier humillación de las cosas que me están pasando, en mis
limitaciones, pero que realmente le busco. Entonces Él se me aparecerá para que
me dé cuenta de que está ahí, y me abrace precisamente a eso.
Terminar la oración con un coloquio con
ese Señor que hoy se acerca y quiere hacer todas las cosas nuevas en nosotros,
sin cambiarlas, sin forzarlas, sin violentarnos… El amor no trata de cambiar
las cosas. El amor las transforma, dejándolas igual aparentemente, pero las
cambia desde dentro… Confiemos en que Dios puede hacerlo en nosotros… Contamos
con la Madre Buena para conseguirlo.
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