“Yo soy el buen pastor, que conozco a
mis ovejas, y las mías me conocen” Este es el versículo que se recita antes
de la lectura del Evangelio.
Para dar un paso adelante sólo se podrá
avanzar en este camino de crecimiento en la vida de fe, por medio de la
oración, en un esfuerzo inicial, que depende bastante de mi actitud, de ponerme
en la presencia de Dios. El resto ya se encarga Él de darme vida.
Hay unas palabras muy significativas que
se repiten en este Evangelio y que se identifican algunas de ellas con
Jesús: puerta, pastor, ovejas, aprisco, ladrón y bandido.
Puerta: Jesús en este Evangelio se define como: “Os
aseguro que yo soy la puerta de las ovejas…” La puerta tiene sentido como lugar
por donde se entra y se sale. En este contexto es la puerta del aprisco. Aquí,
en el aprisco, es un lugar seguro. Lo normal es entrar en él con
alegría porque es el lugar donde se encuentran mis amigos, mi familia, la
Iglesia… los que entran forzando la puerta o saltan por otra parte sólo lo hace
el ladrón y bandido. Sus intenciones son malas y procuran buscar la
oscuridad para no ser delatados y así actuar a sus anchas, robando y matando a
aquellas que se resistan.
De todas estas palabras seguramente la
que descubrimos con mayor importancia es la de Pastor.
Pastor es la figura bíblica que se
repite con mucha frecuencia. “El buen pastor da la vida por sus ovejas”.
Siempre acompaña al rebaño. Las saca por la puerta para que se sacien en los
prados y en los manantiales. Unas veces va delante marcando el
camino, y todas le siguen. En ocasiones en medio para que
todas se encuentren muy cerca de Él. Quieren escucharle, olerle, tocarle,
hablarle… A distancia es difícil gozar de esas posibilidades.
En otras ocasiones, el pastor se
pone detrás de las ovejas. Respeta su ritmo. Algunas ovejas
están muy cansadas. Ninguna se pierde, si se queda rezagada… y si está enferma
la carga sobre sus hombros. Este es el logotipo de este año de la Misericordia.
Jesús carga sobre sus hombros no a la oveja fuerte y sana, sino la enferma o la
que se ha roto una pata.
De aquí se desprende y entendemos un
poco mejor el versículo que recitamos antes de la proclamación del Evangelio de
este día: “Yo soy el buen pastor, que conozco a mis ovejas, y
las mías me conocen”.
Este rato de oración diario es para
conocer a Jesús, porque Él ya me conoce. Pero a veces yo no conozco que me
conoce y me entra la desconfianza y olvido su misericordia.
Podía preguntar a la Virgen, para que
ella me ayude.
María:
a veces no sé en qué lugar me encuentro. ¿Cómo vivo? ¿Como puerta que se
abre y protege, como oveja dócil que se deja conducir hacia fuentes tranquilas,
como pastor dispuesto a dar la vida, o como ladrón, asalariado y bandido? Tú,
María, ¿cómo me ves?