Silencio. Tiempo muerto. Párate y
respira. Pon el modo avión para que no entren WhatsApps. Pide al
Espíritu Santo que te ayude a hacer este rato de oración. Que ore él en ti para
que seas capaz de escuchar la voz del Señor que te habla al corazón. Invoca al
espíritu con tus propias palabras.
Las lecturas de hoy son muy bonitas.
Seguimos en Pascua y el evangelio continúa relatando las apariciones de Jesús
resucitado, pero los Hechos de los apóstoles ya nos han
empezado a contar las peripecias que sufrieron los apóstoles para anunciar la
resurrección. Es la vida cristiana: gloria y cruz, triunfo de Dios y
sufrimiento humano, martirio y resurrección.
El salmo: “Tus amigos, Señor,
proclaman la gloria de tu reinado”, también nos pone en la tesitura de
comprender el camino de la evangelización. No hay que esperar a que la
situación sea perfecta, a que el contexto nos acompañe, Dios nos pide que
anunciemos aquí y ahora. A Pablo lo apedrean y lo dejan allí, moribundo. Y él
se levanta y sigue a lo suyo, que era anunciar que Cristo está vivo. ¿Has
tenido tú un encuentro con Cristo que te permita superar todas las dificultades
que surjan por anunciar su evangelio? ¿Busco tener ese encuentro o renovarlo?
Pidamos hoy que así sea. Que la Virgen nos conceda esta gracia de buscar a
Jesús resucitado como le buscaron los discípulos.
Él no nos abandona: “La paz os
dejo, mi paz os doy. Que no se turbe ni se acobarde vuestro corazón” así
que no hay por qué temer. Miremos hacia adelante con ilusión, sabiendo que
nuestra Madre siempre nos acompaña en el camino.