Comenzamos nuestros puntos poniéndonos
en la presencia de Dios Padre y pidiendo el don del Espíritu Santo que ilumine
nuestras inteligencias y fortalezca nuestras voluntades. Pero sobre todo en
este tiempo que inunde nuestros corazones con el gozo de la pascua.
Sería una buena propuesta para la
oración de mañana pedirle al Señor que me dé cuenta de lo que me ama, si
fuéramos conscientes, si lo experimentáramos, el gozo invadiría nuestras vidas.
Completamos la frase de la primera lectura y nos la aplicamos: tú eres mi hijo
amado, todos los días te hago nacer de nuevo, te mantengo en la existencia. Te
tengo preparada una existencia que no tiene fin. ¡Qué gozada! En la
oración tengo que acabar alegre. Estas últimas semanas he ido a varios
funerales, de padres de compañeros que no tienen fe. ¿Cómo se puede superar la
pérdida de un padre o una madre? Hace unos días hacían cola para visitar el
cadáver de Rubalcaba y yo me preguntaba: ¿Qué pasará por sus cabezas? ¿Creen en
la vida eterna? ¿Creen que Cristo ha resucitado, que la muerte no es el final?
María tras la resurrección es modelo
para nuestras vidas. María es en esta pascua, alegría desbordante, primavera de
un amor resucitado y vivo. Todo germina en ella, todo florece en ella. Unidos a
ella floreceremos, daremos frutos, porque si nos acercamos a ella, nos
encontramos con el Espíritu Santo de frente. Donde esta María está el Espíritu
Santo. Cuando la nombramos allí aparece. Y es el Espíritu quien la hace llena
de gracia, madre de Cristo.
Pidámosla fe creciente, la fe en Cristo
resucitado. Que nuestra fe en Él disipe nuestras tinieblas, triunfe de impotencias
y desalientos. Disipe las tinieblas de nuestro corazón. Es necesario orar y
orar, porque el pesimismo de un mundo que no cree en la vida eterna se nos
pega, nos hunde. En Ella brille para nosotros la esperanza de la resurrección.
Ayer contemplábamos a la Virgen de Fátima como irradia luz. La pedimos que nos
haga vivir la santidad del misterio pascual. Prolongamos el canto de la vigilia
pascual, luz de Cristo resucitado, disipa nuestras tinieblas de mente y de
corazón. Tú que has triunfado de la muerte y del pecado.
El triunfador nos abre las puertas de la
eternidad, nos tiene preparada una morada. Esas puertas ya se han abierto
en la tierra. Entramos en la eternidad, porque la eternidad ha entrado en la
tierra. Gocemos el gozo de la pascua, Cristo ha resucitado.