9 mayo 2019. Jueves de la III semana de Pascua – Puntos de oración


La primera lectura de hoy nos describe un delicioso pasaje del libro de los hechos de los apóstoles, en el que el apóstol Felipe es el protagonista. Aunque más bien podríamos decir que el protagonista es el Espíritu Santo, que es el que impulsa al apóstol.
Y la enseñanza que nos ofrece esta lectura es la de la importancia de saber estar a la escucha. Felipe está a la escucha de la voz de Dios, por eso es capaz de escuchar al ángel del Señor que le dice: «Levántate y marcha hacia el Sur» La importancia de estar a la escucha radica en ser capaces de captar la voz de Dios cuando nos habla en el interior de nuestro corazón. Claro, que para eso hacer falta tener silencio en nuestro interior. Cuentan que Jesús mismo un día le confió a Santa Teresa: “Hay muchas almas en el mundo a las que yo me comunicaría con agrado, pero es tanto el ruido en que viven envueltas, que no pueden percibir mi voz”.
El Espíritu es quien nos lanza en el camino de la vida al encuentro de aquellos que nos rodean y que hambrean la felicidad. Como aquel etíope que leyendo al profeta Isaías se lamentaba de que nadie le guiara para poder entenderlo. ¡¡Cuántos a nuestro alrededor estarán esperando que alguien, movido por el Espíritu, les hable de Dios!! Claro, que para eso hay que estar a la escucha, y salir al camino. Hay que estar a la escucha para interpretar los signos de los tiempos a la luz del Espíritu Santo. Y hay que salir al camino, también a impulsos del Espíritu Santo (no de cualquier forma o a cualquier sitio) para descubrir las necesidades y el vacío de los que nos rodean y hablar de Dios a todos aquellos que, a veces sin saberlo, andan perdidos o despistados buscando al Señor.
Y nos dice el texto: “Felipe se puso a hablarle y, tomando pie de este pasaje, le anunció la Buena Nueva de Jesús”. Es decir, partiendo de la realidad de aquel a quien pretende comunicarle la buena nueva del evangelio, no desde su propia realidad. Aprender a ponerse en los zapatos del otro es fundamental para poderle hacer llegar el mensaje del evangelio.
Finalmente, nos dice el texto que llegaron a un sitio donde había agua, y dijo el eunuco:
«Mira, agua. ¿Qué dificultad hay en que me bautice?», y bajaron los dos al agua, Felipe y el eunuco y lo bautizó. Aquí se nos muestra también la necesidad de “bajar a la arena” en este caso al agua. Tomarse la molestia de bajar y “mojarse” por los demás. Oler a oveja, nos diría el Papa Francisco.
Y por último, desaparecer, porque como decíamos al principio, el protagonista es el Espíritu Santo, no nosotros
Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe. El eunuco no volvió a verlo, y siguió su camino lleno de alegría.

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