La primera
lectura de hoy nos describe un delicioso pasaje del libro de los hechos de los
apóstoles, en el que el apóstol Felipe es el protagonista. Aunque más bien
podríamos decir que el protagonista es el Espíritu Santo, que es el que impulsa
al apóstol.
Y la enseñanza
que nos ofrece esta lectura es la de la importancia de saber estar a la
escucha. Felipe está a la escucha de la voz de Dios, por eso es capaz de
escuchar al ángel del Señor que le dice: «Levántate y marcha hacia el Sur» La
importancia de estar a la escucha radica en ser capaces de captar la voz de
Dios cuando nos habla en el interior de nuestro corazón. Claro, que para eso
hacer falta tener silencio en nuestro interior. Cuentan que Jesús mismo un día
le confió a Santa Teresa: “Hay muchas almas en el mundo a las que yo me
comunicaría con agrado, pero es tanto el ruido en que viven envueltas, que
no pueden percibir mi voz”.
El Espíritu es
quien nos lanza en el camino de la vida al encuentro de aquellos que nos rodean
y que hambrean la felicidad. Como aquel etíope que leyendo al profeta Isaías se
lamentaba de que nadie le guiara para poder entenderlo. ¡¡Cuántos a nuestro
alrededor estarán esperando que alguien, movido por el Espíritu, les hable de
Dios!! Claro, que para eso hay que estar a la escucha, y salir al camino. Hay
que estar a la escucha para interpretar los signos de los tiempos a la luz del
Espíritu Santo. Y hay que salir al camino, también a impulsos del Espíritu
Santo (no de cualquier forma o a cualquier sitio) para descubrir las
necesidades y el vacío de los que nos rodean y hablar de Dios a todos aquellos
que, a veces sin saberlo, andan perdidos o despistados buscando al Señor.
Y nos dice el
texto: “Felipe se puso a hablarle y, tomando pie de este pasaje, le anunció la
Buena Nueva de Jesús”. Es decir, partiendo de la realidad de aquel a quien
pretende comunicarle la buena nueva del evangelio, no desde su propia realidad.
Aprender a ponerse en los zapatos del otro es fundamental para poderle hacer
llegar el mensaje del evangelio.
Finalmente,
nos dice el texto que llegaron a un sitio donde había agua, y dijo el eunuco:
«Mira, agua. ¿Qué dificultad hay en que me bautice?», y bajaron los dos al agua, Felipe y el eunuco y lo bautizó. Aquí se nos muestra también la necesidad de “bajar a la arena” en este caso al agua. Tomarse la molestia de bajar y “mojarse” por los demás. Oler a oveja, nos diría el Papa Francisco.
«Mira, agua. ¿Qué dificultad hay en que me bautice?», y bajaron los dos al agua, Felipe y el eunuco y lo bautizó. Aquí se nos muestra también la necesidad de “bajar a la arena” en este caso al agua. Tomarse la molestia de bajar y “mojarse” por los demás. Oler a oveja, nos diría el Papa Francisco.
Y por último,
desaparecer, porque como decíamos al principio, el protagonista es el Espíritu
Santo, no nosotros
Cuando
salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe. El eunuco no volvió
a verlo, y siguió su camino lleno de alegría.