Dice el salmo:
Alabad, siervos del Señor, el nombre del
Señor.
Bendito sea el nombre del Señor, ahora y por siempre.
De la salida del sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor.
El Señor se eleva sobre todos los pueblos, su gloria sobre los cielos.
Bendito sea el nombre del Señor, ahora y por siempre.
De la salida del sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor.
El Señor se eleva sobre todos los pueblos, su gloria sobre los cielos.
Os propongo en esta oración de tiempo
pascual alabar al Señor. El salmista pide que sean todas las naciones las que
alaben al Señor. Yo te propongo que te pongas tú en primera persona, y
escuches: “Alaba al Señor Fulanito”. Y ahora escucharás al Señor
que dice de ti “Fulanito ha nacido allí”, o sea, que eres de los
suyos, de su tierra. Y tú, cantarás mientras danzas… Esto me gusta… Conozco a
unos jóvenes de un musical que cantan y bailan las misericordias del Señor.
Sí, tenemos que alabar al Señor cantando
y danzando y recitando salmos… y luego siendo coherentes con nuestra vida.
¡Bonita oración esta! Por cierto, que si vas a cantar y danzar procura no
hacerlo en la capilla si hay ya otra gente meditando, no sea que salga el cura
o el sacristán y te regañen. Sal a los campos y por las ciudades y alaba al
Señor cantando y danzando la alegría de su resurrección. Proclama a los cuatro
vientos que eres del Señor.
Y escucharás, todavía una cosa más,
“todas mis fuentes están en ti, Fulanito”. Sí, le he dado la vuelta
a la frase, no solo mis fuentes están en Dios, sino que las fuentes de Dios
están en mí. El Señor derrama todas sus gracias sobre ti, pero, no sólo eso, si
en ti están todas sus fuentes, tú eres un manantial para todos los demás
hombres. ¿Te das cuenta de la responsabilidad y del gozo que esto supone? Dios
hace nacer en ti un manantial que salta a la vida eterna. No lo cierres.
Pídele hoy a Dios que no cierre el
grifo. Ofrécete a ser uno de sus manantiales. El sábado pasado, algunos
militantes, estuvimos en el nacimiento del río Manzanares, detrás de la Bola
del Mundo, subiendo desde el Puerto de Navacerrada. Desde allí se podía ver al
fondo la ciudad de Madrid. Estábamos donde mana el agua y veíamos el lugar al
que llega. Podemos ser ese manantial, oculto, discreto, humilde (nace del
suelo), pero que se derrama, después de caer por la montaña, hasta el valle
donde los demás hombres y mujeres pueden beber.
Ser “fuente del Señor”, ser “alabanza de
Dios”, “ser cantante y danzante de Dios” …
¿Te apuntas? Rézalo.