Empezamos la oración ofreciendo al Señor
nuestras intenciones, acciones y operaciones para que sean puramente ordenadas
para servicio y alabanza de Su divina majestad.
La lectura continua de los Hechos de los
apóstoles nos presenta hoy un aspecto concreto del trabajo pastoral en la
Iglesia naciente, del cual podríamos sacar lecciones importantes. Para empezar,
es interesante notar que todo parte de una “queja”. Qué importante es
dar siempre una opinión acertada sobre nuestra manera pensar o lo que sentimos
en un determinado momento, especialmente cuando no se busca el bien
personal sino el bien de los más necesitados. Muchas veces es fundamental ser
voz de los que no la tienen. Esto en las marchas por la defensa de la vida se
pone muy de manifiesto. Primera lección aprendida: estar atento a las
necesidades de los demás. Por otro lado, vemos la solicitud de la Iglesia
para atender la petición de sus hijos. Es un ejemplo que nos estimula a hacer
lo mismo. Todos somos Iglesia y estamos llamados también a atender a
todos aquellos que necesiten de nosotros, a través de la propia acción y
también con nuestra oración. Dar de nuestro tiempo, eso que todos decimos
nos falta, quizá para algunos sea uno de los mayores sacrificios.
“Que tu misericordia, Señor, venga sobre
nosotros, como lo esperamos de ti” El
salmo de hoy nos recuerda también la acción de la Iglesia en nuestra vida,
ya que es manifestación de la Misericordia de Dios que viene sobre nosotros
constantemente, a través de los sacramentos y de la Palabra de Dios. Nos
recuerda ser agradecidos por el don de la Iglesia y por el Papa Vicario de
Cristo.
El “Soy yo, no temáis” de
Jesús en el Evangelio nos llena de confianza. Podríamos incorporar en
nuestro momento de oración la contemplación de Cristo resucitado, lleno de
gloria y majestad, mostrándonos sus benditas llagas, mirándonos a los ojos
diciéndonos “Soy yo, no temas”. Veremos como la barca de
nuestra vida, sometida muchas veces a las tempestades del tiempo, llega a buen
puerto.
Por último, no podemos terminar la
oración sin acordarnos de Santa María. Hoy es primer sábado del mes de
mayo, todo nos evoca a acercarnos con cariño entrañable y regalarle las flores
de nuestros obsequios. Nos puede ayudar la oración preparatoria para el mes
de mayo del libro “Meditaciones sobre la Santísima Virgen María” de Idelfonso
Rodríguez Villar:
¡Oh, Virgen Santísima, Madre y Señora
nuestra!, a tus plantas vengo en este mes a ofrecerte las flores de virtud que
al calor de tu devoción han brotado en el jardín de mi alma.
Bien quisiera que fueran flores bellas,
sin manchas y sin espinas, pero no ignoras, Madre querida, cuánta es mi pobreza
y miseria. Mírame, pues, con ojos de lástima y compasión y riega y cuida Tú
misma este jardín que todo entero te lo entrego a Ti, para que con tus cuidados
produzca las flores y frutos que Tú deseas y que tienes derecho a esperar de mi
alma. Amén.