24 mayo 2019. Viernes de la V semana de Pascua – Puntos de oración


María Auxiliadora
1. “Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables… Al leerla, se alegraron mucho por aquellas palabras alentadoras”. (Act 15,22-31).
¡Qué gozo nos comunican los primeros cristianos al compartirnos su libertad, su sencillez, su amor fraterno, su abandono, su saberse elegidos y conducidos por el Señor, especialmente en los momentos decisivos!
2. “Te daré gracias ante los pueblos, Señor...por tu bondad, que es más grande que los cielos; por tu fidelidad, que alcanza las nubes” (Salmo 56)
Soy un salmo viviente, cada día el Señor me invita a volver al primer amor, al Principio y Fundamento de los “Ejercicios” –vivo por Él, para Él- para hacer de mi vida un servicio permanente, con detalles de renovado y efectivo amor.
3. «Este es mí mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.” (Jn 15, 27)
Qué estupor produce escuchar el testamento de nuestro Dios Amor que en Cristo nos invita a amar como Él. Yo me quedo todo el rato de la oración saboreando su dulce y exigente mandato: “que os améis”; pero grabándome muy adentro COMO YO. Os comparto el precioso texto del Papa Francisco en “CHRISTUS VIVIT”:
120. Nosotros «somos salvados por Jesús, porque nos ama y no puede con su genio. Podemos hacerle las mil y una, pero nos ama, y nos salva. Porque sólo lo que se ama puede ser salvado. Solamente lo que se abraza puede ser transformado. El amor del Señor es más grande que todas nuestras contradicciones, que todas nuestras fragilidades y que todas nuestras pequeñeces. Pero es precisamente a través de nuestras contradicciones, fragilidades y pequeñeces como Él quiere escribir esta historia de amor. Abrazó al hijo pródigo, abrazó a Pedro después de las negaciones y nos abraza siempre, siempre, siempre después de nuestras caídas ayudándonos a levantarnos y ponernos de pie. Porque la verdadera caída –atención a esto– la verdadera caída, la que es capaz de arruinarnos la vida es la de permanecer en el piso y no dejarse ayudar» [67].
123. Mira los brazos abiertos de Cristo crucificado, déjate salvar una y otra vez. Y cuando te acerques a confesar tus pecados, cree firmemente en su misericordia que te libera de la culpa. Contempla su sangre derramada con tanto cariño y déjate purificar por ella. Así podrás renacer, una y otra vez.
132. ¿Buscas pasión? Como dice ese bello poema:
¡Enamórate! (o déjate enamorar), porque «nada puede importar más que encontrar a Dios. Es decir, enamorarse de Él de una manera definitiva y absoluta. Aquello de lo que te enamoras atrapa tu imaginación, y acaba por ir dejando su huella en todo. Será lo que decida qué es lo que te saca de la cama en la mañana, qué haces con tus atardeceres, en qué empleas tus fines de semana, lo que lees, lo que conoces, lo que rompe tu corazón y lo que te sobrecoge de alegría y gratitud. ¡Enamórate! ¡Permanece en el amor! Todo será de otra manera». (P. Pedro Arrupe)
4.  María Auxiliadora, la muchacha de Nazaret
Don Bosco solía repetir “tened verdadera devoción a María Auxiliadora y veréis lo que son milagros”. Nuestro Mes de las Flores entra en la recta final, a una semana ya de su culmen con la fiesta tan entrañable de la Visitación. Ten un coloquio filial con Ella, nuestra Madre, nuestra Locura, y como el P. Morales y Don Bosco te convencerás de que TODO LO HACE ELLA.
El Papa Francisco, buen exalumno salesiano, nos regala esta perla:
“En el corazón de la Iglesia resplandece María. Ella es el gran modelo para una Iglesia joven, que quiere seguir a Cristo con frescura y docilidad. Cuando era muy joven, recibió el anuncio del ángel y no se privó de hacer preguntas (cf. Lc 1,34). Pero tenía un alma disponible y dijo: «Aquí está la servidora del Señor» (Lc 1,38) […]María era la chica de alma grande que se estremecía de alegría (cf. Lc 1,47), era la jovencita con los ojos iluminados por el Espíritu Santo que contemplaba la vida con fe y guardaba todo en su corazón de muchacha (cf. Lc 2,19.51). Era la inquieta, la que se pone continuamente en camino, que cuando supo que su prima la necesitaba no pensó en sus propios proyectos, sino que salió hacia la montaña «sin demora» (Lc 1,39)” (nn.43-46).

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