29 mayo 2019. Miércoles de la VI semana de Pascua – Puntos de oración


* Primera lectura: Los hermanos que escoltaban a Pablo lo llevaron hasta Atenas. Después de Filipos, ahora Atenas, la capital de Grecia.
Si Roma es la capital administrativa del Imperio, Atenas sigue siendo la capital filosófica y allí llega Pablo, con dos o tres cristianos. Sin entrar en el detalle de una evocación histórica, vale la pena de considerar lo que Atenas significa. Es una ciudad de un medio millón de habitantes, una ciudad inhumana en la que esclavos y pobres constituyen los dos tercios de la población. Una ciudad cosmopolita en la que se mezclan y se enfrentan todas las razas. Una ciudad depravada donde alardean cínicamente todos los vicios.
Y con todo, guiado por el Espíritu, es a esas grandes ciudades que Pablo se lanza prioritariamente.
A nosotros, que encontramos también la dificultad de dar a conocer el Evangelio a un mundo masivamente paganizado, ¡danos, Señor tu Espíritu! ¡Concédenos poder introducir el Evangelio en el corazón del mundo!
El Areópago es la «plaza» central de Atenas. El lugar donde se reúnen los filósofos y los estudiantes para discutir.  Vemos brevemente la estructura del discurso de Pablo en el Areópago (vv. 22-31):
      (1) Exordio (captatio benevolentiae): invocación al Dios desconocido (vv. 22b-23)
      (2) Parte narrativa (narratio): preparación evangélica (vv.24-29): fe en el Dios verdadero:
      Dios creador: crítica de la idolatría (vv.24-25)
      Relación de Dios con la humanidad: crítica del politeísmo(vv.26-29)
      (3) Parte argumentativa (argumentatio): anuncio del evangelio (vv. 30-31)
      Todos y en todas partes deben convertirse (v. 30)
      Porque va a juzgar al mundo según justicia (v.31a)
      Por el hombre que ha resucitado (v.31b).
«Pues bien, ese «Dios desconocido» que vosotros veneráis sin conocerlo, yo vengo a anunciároslo...» Había visto también un altar con esta inscripción: «Al dios desconocido». Es decir, a la multitud y variedad de todo lo que pudiera existir.
«Los hombres buscan a Dios y van a tientas esforzándose en alcanzarlo...» San Pablo no rechaza el esfuerzo de los hombres para encontrar a Dios. Todas las religiones, en cierto modo, son una búsqueda titubeante de Dios. Eso es respetable. El Concilio vaticano II trató ese tema: «La Iglesia Católica no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de santo y verdadero.... Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que, por más que discrepen en mucho de lo que ella profesa y enseña, aportan sin embargo, no pocas veces, un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres.» (Vat.II.Nostra aetate, 2).
Dios, pues, anuncia ahora a los hombres... que ha designado a un hombre, que habiéndolo resucitado de entre los muertos… ¡Aquí está lo esencial!: ¡La resurrección de Jesús! Después de los preliminares de orden cultural o filosófico, llega a hablar de «Jesús» en su misterio principal. ¡Su predicación, sobre este punto, será un fracaso...aparente! Algunos se le juntaron y creyeron, entre ellos Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris y algunos más con ellos. Después de esto, dejó Atenas y se fue a Corinto.
* Evangelio:  El Espíritu de la Verdad guiará hasta la Verdad plena. Jesús pone de relieve una de las funciones del Espíritu Santo: guiará a los discípulos hasta la Verdad plena, completando sus enseñanzas y dándoles a conocer las realidades futuras. Comenta San Agustín:
«El Espíritu Santo, que el Señor prometió enviar a sus discípulos para que les enseñase toda la Verdad, que ellos no podían soportar en el momento en que les hablaba –del cual dice el Apóstol que hemos recibido ahora en prenda, para darnos a entender que su plenitud nos está reservada para la otra vida– ese mismo Espíritu enseña ahora a los fieles todas las cosas espirituales de que cada uno es capaz. Mas también enciende en sus pechos un deseo más vivo de crecer en aquella caridad que les hace amar lo conocido y desear lo que no conocen, pensando que aun las cosas que conocen en esta vida no las conocen como se han de conocer en la otra vida, que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el corazón pudo imaginar» (Tratado 97,1 sobre el Evangelio de San Juan).
ORACIÓN FINAL
Dios todopoderoso, que derramaste el Espíritu Santo sobre los apóstoles, reunidos en oración con María, la Madre de Jesús, concédenos, por intercesión de la Virgen, entregarnos fielmente a tu servicio y proclamar la gloria de tu nombre con testimonio de palabra y de vida. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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