De las fiestas dedicadas a la madre de Jesús esta es la más importante.
Madre de Dios es el título que la Iglesia dio a la Virgen como refrendo de la
verdad sobre Cristo. Es el nombre que aparece en los iconos que representan a
la Virgen y es el nombre de María que aparece en la oración más antigua
dirigida a María:
Bajo tu amparo nos acogemos,
santa Madre de Dios;
no deseches las súplicas
que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien, líbranos de todo peligro,
¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!
También en el ave María recibe este título:
“Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la
hora de nuestra muerte”
Ya Lucas en su obra pone en labios de Isabel una expresión similar: “la
madre de mi Señor”
En nuestra oración al terminar la celebración de la octava de Navidad
veamos estos misterios desde el corazón de María, con su asombro y admiración,
en profunda actitud de adoración. “Dios niño para mí” y “yo niño para Dios”
como enseña Jesús en su evangelio: si no os hacéis como niño…
Ante María Madre de Dios con todo la Iglesia pedimos el don de la paz:
Siria, Nigeria, Congo,… y tantos puntos de conflicto. “Educar a los jóvenes en
la justicia y la paz” es el lema que nos propone el Papa en este año;
llevémoslo a nuestra oración.
No quiero terminar sin hacer presente otra dimensión de este día que me es
muy querida y es la imposición del nombre de Jesús. Decir Jesús y decir María
es la oración cristiana más sencilla. En el nombre de Jesús se completa la
revelación del nombre de Dios iniciada en el Sinaí. Invoquemos con confianza a
Jesús; antes de que salgan nuestras peticiones a nuestros labios él ya se las
sabe todas.