27 enero 2013. Domingo de la tercera semana de Tiempo Ordinario (Ciclo C) – Puntos de oración


Tus palabras, Señor, son espíritu y vida

Así como la Palabra, el Verbo, se encarnó y pudo exclamar “He venido, Padre, a hacer tu voluntad”, así cada palabra que Dios nos envía ha de encarnarse en nosotros, ha de tomar cuerpo, ha de hacerse vida para el bien de nuestros hermanos. Y es una palabra dirigida a cada uno, pero una palabra que es espíritu y vida, que es luz y fuerza, que es demanda e impulso.

Hemos de llegar a sentir esa palabra como el profeta Jeremías, que exclamaba: “Había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo y no pude” (Jer 20,9).

Si guardamos su palabra en nuestro interior, queda estéril. Ha de subir a nuestros labios, ha de hacer vibrar nuestro corazón, ha de hacerse vida en nuestras manos.

Jesús, Camino, Verdad y Vida, ha de ser el cauce por el que la palabra del Padre llegue hasta nosotros. Y el Espíritu Santo la Luz, Fuerza y Amor que posibilite la encarnación de aquella palabra en nuestras vidas para la redención del mundo.

¿No es esto lo que con más belleza y con más hondo sentido expone el poeta?
NACE, idea, en la cúpula, colmena fecundísima
de Dios Uno y Eterno.
Baja a tu corazón, invisible latido;
y a tu cabeza sube, fulgurante destello.
Dos alas musicales le presta tu garganta,
y en tus labios estalla, fecha viva en el viento.
Vibración en mis tímpanos,
cala en mi corazón donde ya es brasa de oro,
y es verdad y exigencia en mi cerebro.
Pero yo lo traiciono y lo secuestro
si en exclusiva estéril
me lo guardo en mi pecho.
Subir debe a mi boca y a mis labios
fiel amplificador de sus urgentes ecos.
Debe bajar hasta mis fuertes manos
y ser entre mis palmas testimonios con hechos.
Tu palabra, Jesús, infinito camino
del Padre a Ti y a mí, perderá el derrotero,
si no es grito valiente entre mis labios,
si no es pan repartido entre mis dedos.

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