1. Epístola I de San Juan 2,29.3,1-6. ¡Mirad cómo nos amó el Padre!
Quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo
somos realmente. El que permanece en él, no peca, y el que peca no lo ha visto
ni lo ha conocido.
San Juan, el contemplativo por excelencia, exclama de
modo extasiado: Si Dios quiso que nos llamáramos sus hijos es porque “lo somos
realmente”. Y somos lo que somos (santos, hijos de Dios) nunca seremos lo que
no somos (diablos, pecado). Disfruta orando con el Padrenuestro o canta “Dios
es mi Padre”.
2. Salmo 98(97),1.3cd-4.5-6. Cantad al Señor un cántico nuevo.
Sí, el Señor nos pide que le cantemos un canto nuevo
como nos muestra el último Sínodo para la Nueva Evangelización. Estamos ante un
Mundo Nuevo, Global, urgido por la Nueva Evangelización. Hay que dejar lo
obsoleto y caduco, lo rancio, y estrenar un canto nuevo, lleno de sencillez,
espontaneidad, resucitado. El mundo nos necesita, la Iglesia nos necesita,
Cristo nos necesita aquí y ahora.
Como Gerardo Diego le cantó al Duero:
Quién pudiera como tú, a la vez quieto y en marcha
cantar siempre el mismo verso pero con distinta agua.
Sí, quieto como María Magdalena y en el corazón de
Jesús, pero en marcha como Marta; cantando el mismo verso del VERBO ENCARNADO
pero con distinta agua, con la imaginación de la caridad.
De las 50 propuestas, la 7 permitirá iluminar desde ya
las acciones pastorales con tres conceptos que clarifican lo que es la Nueva
Evangelización, tomados ciertamente del magisterio de los dos últimos papas. Y
dice así a la letra: “Evangelización puede entenderse de tres maneras. En
primer lugar, la evangelización ad gentes es el anuncio del Evangelio a
aquellos que no conocen a Jesucristo. En segundo lugar, esta también incluye el
continuo crecimiento de la fe que es la vida ordinaria de la Iglesia. Por
último, la nueva evangelización está dirigida principalmente a aquellos que se
han alejado de la Iglesia”.
3. Evangelio según San Juan 1,29-34. "Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”.
En el Año de la Fe se necesitan nuevos Bartimeos que
crean para proclamar la grandeza del Señor. ¡Señor que vea! ¡Cordero de Dios
que quitas el pecado del mundo y lo salvas para siempre. Ayúdame a dejarme
comer e inmolarme contigo como nuevo cordero dispuesto a salvar al mundo. Como
los pastorcitos de Fátima, como el Padre Eduardo. Sí, quiero ofrecerme, como
María, hágase-estar.