¡Un
milagro, siempre es un hecho impresionante.., llamativo.., y contundente...!
Pero cuando el milagro sobrepasa toda posibilidad.., es entonces cuando el
asombro se dispara a límites insospechados...
¡Jesucristo
supero todo lo previsto en las Bodas de Caná, cuando convirtió el agua en
vino...! Pensemos que hizo llenar nada más, ni nada menos.., que seis tinajas
de piedra de unos 100 litros cada una... ¡600 litros de agua, era mucha
agua...! ¡Pues toda ella se convirtió en vino, por una simple y sencilla
insinuación de su bendita Madre...:
«No
les queda vino.»
Ha
quedado el hecho narrado en la historia pasada y para la por venir... ¡Nunca se
vio cosa igual en una boda...! Y es que Jesucristo estaba allí para asegurar el
buen vino y evitar un posible escándalo a los recién casados...
¡Cuántas
bodas no se han podido celebrar por falta de medios materiales para su festejo
y celebración...! Y es que se casan dos, pero los testigos son muchos..., y
puestos a la mesa, requieren un buen vino...
No
son pocas las lecciones que se pueden sacar de este hecho, al comienzo de la
vida pública del Señor... Yo me limitaré solo a señalar alguna...
La
primera y primordial: la intervención materna de la Virgen María...
La
segunda: sería la disponibilidad de Cristo ante el requerimiento de su bendita
Madre...
Y
la tercer y última: las consecuencias que aquella multiplicación supuso...
I.
La intervención materna de la Virgen María:
¿Qué
podemos decir que no se vea en la narración del evangelio? La Madre está
invitada, pero ella opta por el servicio..., y es así como se entera, en la
trastienda de la cocina.., de que el vino no llega, ni puede llegar hasta el
final... ¿Dónde comprarlo? ¿A dónde acudir por ello? Hoy nos resulta fácil
bajar al super-mercado y cubrir una posible necesidad; ¿pero entonces..? no
había o no se disponía de estos medios, que nosotros tenemos...
Por
lo tanto el apuro era real, tangible, objetivo... El vino se terminaba y no
había más...
María
constata la carencia, pero no se inhibe ante ella, al contrario se involucra
totalmente, hasta el punto de adelantar a su hijo la hora de su manifestación
gloriosa...
¡Madre
querida vigila mi vino, cata su sabor, mejóralo si se puede...!
II.
Disponibilidad de Cristo ante el requerimiento de su bendita Madre...
Una
palabra dura, pero que sale de un corazón que ama...: «Mujer, déjame,
todavía no ha llegado mi hora.»
¡Podemos
dejar a Cristo.., pero El no nos dejará jamás...! Aunque no nos merezcamos su
bendita ayuda...
Creo
que no hay nada, absolutamente nada, que pueda pedir la Madre al Hijo, que este
no lo ponga en acto, de una u otra manera...
Nosotros
que sabemos esto, y nos hemos beneficiado de ello tantas veces, no dejemos de
acudir en nuestras necesidades a esta Mediadora...
III.
Las consecuencias que aquella multiplicación supuso...
¡Desde
lo humano hasta lo divino, el milagro fue fecundo...!
¡Alegría,
gozo y paz... entre los invitados, y mucho más entre los contrayentes...!
Pero
es que lo bueno, no solo fue el vino nuevo.., sino lo que este hecho produjo en
aquellos que lo vivieron... Termina el texto del evangelio anotando este
comentario: "Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos,
manifestó su gloria, y creció la fe de sus discípulos en él."
"Creció
la fe de sus discípulos en él..."
Una fe que ya no se apagaría jamás.., pese a esos otros momentos de
ocultamiento, de aparente fracaso y derrota...
Este podía ser el fruto deleitoso, que nos podía deparar la
contemplación y vivencia del evangelio de este domingo, un crecimiento en la fe
y una madurez en la misma. Que así sea.