Hoy podemos hacer nuestra oración contemplando a Jesús, observando el horario, el recorrido, de un día normal, en su vida pública.
Por tanto, para que la Palabra de Dios sea vida y salvación debo de ponerme en la presencia del Señor.
1. El evangelio de hoy comienza: “…Al salir Jesús de la sinagoga, se fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se pasó la fiebre y se puso a servirles...”
Jesús, en la sinagoga al contacto con el Padre por medio de las Escrituras recibe la fuerza del Espíritu y sale a curar a una persona: se acerca, la coge de la mano y la levanta… Jesús sale “a anunciar el evangelio a los pobres, a anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista”.
¿Es así de activa mi oración de cada día? ¿Salgo dispuesto a sembrar esperanza?
Jesús seguramente pasó el día en casa de Pedro enseñando a los discípulos… sin ser molestado por la gente que le seguía.
2. Sigue el Evangelio: “Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios…
¿Cuánto tiempo se pasaría Jesús curando enfermos y endemoniados. Porque fueron muchas las personas curadas y expulsó muchos demonios. No fueron curados todos los enfermos.
¿Estoy dispuesto a dar parte de mi tiempo a otras personas que necesitan de mi compañía, aunque no pueda ofrecerles nada más y nada menos que los dones que el Señor me ha regalado? La fe, la esperanza y la caridad.
¿Cuántas personas que sufren la soledad, enfermos y ancianos hay en tu bloque o son vecinos cercanos? ¡Qué menos que tratarlos con amabilidad y ofrecerse por si te necesitan!
3. Al finalizar el día está agotado. Descansa y “se levanta de madrugada, se va al descampado y allí se puso a orar”.
Para hacer oración todos los días un rato por la mañana tengo que retirarme a una hora prudente para descansar y madrugar y así poderle entregar al Señor los primeros y mejores momentos del día.
Pedir a María en esta etapa escondida en Nazaret que me ayude cada día a retirarme a la oración y así salir fortalecido para hacer visible con mi vida el Reino de Dios.