25 enero 2013. La conversión de San Pablo – Puntos de oración

Fiesta de la conversión de san Pablo en el Año de la fe, en el que la Iglesia nos ha convocado de manera especial a la conversión (Porta fidei 6). Así pues, este día podemos en nuestra oración pedir a Dios la gracia de dar un paso de conversión, por intercesión del apóstol san Pablo. Una de las moniciones al acto penitencial de la Misa nos dice: “Al comenzar esta celebración eucarística, pidamos a Dios la conversión de nuestros corazones, así se acrecentará nuestra comunión con Dios y con nuestros hermanos”. Si tengo oportunidad de ir en este día a la Eucaristía, que no deje de pedir esta gracia de conversión que ahora, en la oración, quiero alcanzar de la misericordia de Dios.El Año de la fe nos invita a recorrer la historia de nuestra fe, en la Iglesia y en nuestras vidas. Al hacerlo nos encontramos con el entrecruzarse de la santidad y del pecado: si lo primero nos invita a la gratitud, lo segundo “debe suscitar en cada uno un sincero y constante acto de conversión, con el fin de experimentar la misericordia del Padre que sale al encuentro de todos” (Porta fidei 13).
 
San Pablo nos sirve en este día de modelo y de intercesor de nuestra conversión. ¿En qué consistió su conversión? Él no era una persona que vivía de manera inmoral, pues cumplía la Ley de Moisés a rajatabla; tampoco era incrédulo, pues creía en el Dios de Abrahán. Su conversión fue “creer en el Evangelio”: el encuentro con Cristo resucitado a las puertas de Damasco cambió radicalmente su existencia. Así lo describe Benedicto XVI:
 
“En esto consiste su conversión y la nuestra: en creer en Jesús muerto y resucitado, y en abrirse a la iluminación de su gracia divina. En aquel momento Saulo comprendió que su salvación no dependía de las obras buenas realizadas según la ley, sino del hecho de que Jesús había muerto también por él, el perseguidor, y había resucitado”.
“Convertirse significa, también para cada uno de nosotros, creer que Jesús ‘se entregó a sí mismo por mí’, muriendo en la cruz (cf. Ga 2, 20) y, resucitado, vive conmigo y en mí. Confiando en la fuerza de su perdón, dejándome llevar de la mano por él, puedo salir de las arenas movedizas del orgullo y del pecado, de la mentira y de la tristeza, del egoísmo y de toda falsa seguridad, para conocer y vivir la riqueza de su amor”.
 
San Pablo nos enseña a creer en el Evangelio, a creer en el amor de Cristo por mí y a dejarnos cambiar el corazón por esta verdad. Después él se convirtió en el gran apóstol de los gentiles. Hagamos a Jesús la pregunta que él le hizo al descubrir su presencia: "¿Qué debo hacer, Señor?". Jesús, ¿qué quieres que haga por ti en este día?

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