Para la oración de hoy, tras serenar el
corazón, ponernos en presencia del Omnipotente, e invocar al Espíritu Santo, os
brindo un texto del Papa Benedicto XVI para que nos ayude a meditar sobre el
Evangelio de hoy.
Catequesis de Benedicto XVI
"La oración de Jesús afecta a todas las fases de
su ministerio y todas sus jornadas. Las fatigas no la impiden. Es más, los
evangelios dejan traslucir una costumbre de Jesús a pasar parte de la noche en
oración. El evangelista san Marcos narra una de estas noches, después de la
agotadora jornada de la multiplicación de los panes y escribe: «Enseguida
apremió a los discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran hacia la
orilla de Betsaida, mientras él despedía a la gente. Y después de despedirse de
ellos, se retiró al monte a orar. Llegada la noche, la barca estaba en mitad
del mar y Jesús, solo, en tierra» (Mc 6, 45-47). Cuando las decisiones resultan
urgentes y complejas, su oración se hace más prolongada e intensa. En la
inminencia de la elección de los Doce Apóstoles, por ejemplo, san Lucas subraya
la duración nocturna de la oración de Jesús: «En aquellos días, Jesús salió al
monte a orar y pasó la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus
discípulos, escogió de entre ellos a doce, a los que también nombró apóstoles»
(Lc 6, 12-13).
Contemplando la oración de Jesús, debe brotar en
nosotros una pregunta: ¿Cómo oro yo? ¿Cómo oramos nosotros? ¿Cuánto tiempo
dedico a la relación con Dios? ¿Se da hoy una educación y formación suficientes
en la oración? Y, ¿quién puede ser maestro en ello? En la exhortación
apostólica Verbum Domini, hablé de la importancia de la lectura orante de la
Sagrada Escritura. Recogiendo lo que surgió de la Asamblea del Sínodo de los
obispos, puse también un acento especial sobre la forma específica de la lectio
divina. Escuchar, meditar, callar ante el Señor que habla es un arte, que se
aprende practicándolo con constancia. Ciertamente, la oración es un don, que
pide, sin embargo, ser acogido; es obra de Dios, pero exige compromiso y
continuidad de nuestra parte; sobre todo son importantes la continuidad y la
constancia. Precisamente la experiencia ejemplar de Jesús muestra que su
oración, animada por la paternidad de Dios y por la comunión del Espíritu, se
fue profundizando en un prolongado y fiel ejercicio, hasta el Huerto de los
Olivos y la cruz. Los cristianos hoy están llamados a ser testigos de oración,
precisamente porque nuestro mundo está a menudo cerrado al horizonte divino y a
la esperanza que lleva al encuentro con Dios. En la amistad profunda con Jesús
y viviendo en él y con él la relación filial con el Padre, a través de nuestra
oración fiel y constante, podemos abrir ventanas hacia el cielo de Dios. Es
más, al recorrer el camino de la oración, sin respeto humano, podemos ayudar a
otros a recorrer ese camino: también para la oración cristiana es verdad que,
caminando, se abren caminos.
Queridos hermanos y hermanas, eduquémonos en una
relación intensa con Dios, en una oración que no sea esporádica, sino
constante, llena de confianza, capaz de iluminar nuestra vida, como nos enseña
Jesús. Y pidámosle a él poder comunicar a las personas que nos rodean, a
quienes encontramos en nuestro camino, la alegría del encuentro con el Señor,
luz para nuestra vida. Gracias."