Preparemos la oración pidiendo ayuda a
S. José. Nos dice Santa Teresa que “quien no hallare maestro que le enseñe
oración, tome este glorioso Santo por maestro y no errará en el camino"
V 6,8
En una primera impresión, tanto la primera lectura como el salmo de mañana,
parece que su sentido se contradice con el evangelio. Pero ahí tenemos el rato
de oración para buscar esas conexiones que sin duda las tiene.
Veamos alguna.
Jerusalén,
Jerusalén… ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina
junta sus pollitos debajo de sus alas, y no quisiste! Mt.23:37. Este
anhelo de Dios expresado por Jesús concreta la 1ª lectura, “alégrate y
gózate… que yo vengo a habitar dentro de ti”. ¿Realmente he calado en este
deseo de Dios, hacia mí, que el Espíritu Santo manifiesta a través de Jesús?
Porque el Señor no busca otra cosa
que guardarnos como un buen pastor. Convertir nuestra
tristeza en gozo, además de alegrar y aliviar nuestras penas. Por su
entrega, nos redime y nos rescata de una mano más
fuerte, es decir, del enemigo de natura humana.
Parece que esto se nos olvida cuando las
cosas funcionan solas y hay éxito. Es Jesús quien nos recuerda
el realismo de la cruz, meteos bien esto en la cabeza: al Hijo del
hombre lo van a entregar. Tú y yo somos sus discípulos y queremos seguirle.
También cuando nos llega el sufrimiento. Aunque no entendamos este
lenguaje y nos resulte oscuro; aunque nos dé miedo preguntar a
Jesús sobre este asunto.
Santa María, tú eres consciente de quién
vive dentro de ti. Y, desde esa presencia, vives experimentando el gozo y
fuerza del Espíritu Santo en tu vida. También has aceptado e interiorizado el
duro lenguaje de lo que puede suponer seguir a Jesús. Por eso te veo, firme y
valiente, aunque dolorosísima, al pie de la cruz.