27 septiembre 2019. Viernes de la XXV semana del T. Ordinario – San Vicente de Paúl – Puntos de oración


Las lecturas de hoy, dentro de la riqueza de la Palabra de Dios, nos ofrecen unos cauces magníficos para un rato tranquilo y profundo con el Señor.
Por ello, tras ponernos en su presencia e invocar al Espíritu Santo, tras rezar la oración que siempre nos propone san Ignacio para comenzar: “que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de su divina majestad”, podemos repasar despacio tanto la primera lectura como el evangelio.
La profecía de Ageo que nos presenta hoy la lectura continuada de estos días es una llamada muy fuerte a tener esperanza, a vivir en esperanza. El templo de Jerusalén será restaurado, tras años de destierro y desolación. Y un mensaje claro:
“¡Ánimo!, pueblo entero, a la obra, que yo estoy con vosotros”.
Hoy Jesús nos dice esto mismo a cada uno de nosotros. Ante un comienzo de curso que resulta muchas veces caótico, donde vamos palpando cada día lo lejos que nos sentimos de los proyectos y los propósitos de unos ejercicios o unas convivencias de verano enriquecedoras, nos repite de nuevo en el silencio de la oración: “ánimo, estoy contigo, pon manos a la obra. Con mi ayuda puedes. Yo estoy contigo”.
Si confiamos en Él, removerá cielo y tierra, mar y continentes, nos pondrá en movimiento, de forma sencilla y misteriosa hará fecunda nuestra vida. Y llenará de paz nuestro corazón.
Llenémonos de confianza, recordemos de nuevo la gran frase programática del pontificado de san Juan Pablo II; “Abrid de par en par las puertas a Cristo”
Y es que nosotros, como Pedro, queremos confesar a Cristo, queremos decir a los cuatro vientos quién es Jesús para nosotros: el mesías, el único capaz de llenar totalmente el corazón de un ser humano.
Jesús, como a los apóstoles, nos lo pregunta hoy de nuevo. No quien dicen los demás que es él, sino qué digo yo: ¿quién dices que soy yo? ¿quién soy yo para ti?
Dejémonos interrogar por Jesús. Dejemos que lea de nuevo nuestro corazón y lo llene de su paz. Porque ahora ya sabemos que seguirle implica padecer, ser desechado, ser ejecutado de una u otra manera, pero resucitar al tercer día.
Pidamos a la Virgen Madre saber descubrir a Cristo detrás de cada desilusión, de cada aparente fracaso, de cada caída o decepción. Ella nos ayuda a levantarnos de nuevo, a poner el oído atento y escuchar como Jesús me habla de nuevo con las palabras que nos lanza el profeta Ageo:
“Ánimo, yo estoy contigo, pon manos a la obra”.

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