Espero que te ayuden estas palabras que
te pongo a continuación para llevar a cabo con fruto este rato de oración.
Sería bueno, si es posible, que realices tu rato de oración delante de Cristo
en la Eucaristía. Si no es posible porque no cuentas con esta posibilidad,
dedícale este tiempo al Señor en la soledad acompañada por Él.
Empezamos nuestra oración invocando al
Espíritu Santo: “Ven Espíritu Divino e infunde en nuestros corazones el fuego
de tu amor”.
Como siempre en su Palabra, el Señor no
manifiesta el amor infinito que nos tiene. En las lecturas de la Misa de hoy
domingo, el Señor nos muestra lo que desea y quiere de nosotros: que estemos en
su redil junto a Él, porque Él es la verdadera felicidad y alegría. Nos muestra
como el camino de conversión, camino correspondido al amor de Él, nos conduce a
Él.
En la primera lectura, el pueblo de
Israel se olvida del Señor y adora a los ídolos que se construye, representado
por el becerro de oro. No dejes Señor que me corrompa como los israelitas, tus
elegidos. No dejes Señor que me olvide de tenerte presente en todos los
acontecimientos de mi vida. Los israelitas decidieron cambiarte por los ídolos
de este mundo, perdiéndote de vista y olvidándose de ti. ¿Cuáles son los ídolos
por los que yo te cambio y antepongo a ti? Dios tiene misericordia de los
israelitas y les perdona; pero les perdona gracias a la petición de Moisés.
¡Qué importante es la oración de intercesión por los demás, por los que viven
ofendiendo a Dios! El gran poder de la oración, no nos olvidemos nunca de rezar
por los que están alejados de Dios.
Éste camino de conversión continua con
las palabras del Salmo: “Me pondré en camino adonde está mi padre”.
“Misericordia, Dios mío, por tu bondad”, “Oh Dios, crea en mí un corazón puro”,
“mi boca proclamará tu alabanza”, “un corazón quebrantado y humillado tú no lo
desprecias”.
El Señor no desprecia un corazón
quebrantado y humillado. Él Señor tiene compasión de mí; esto quiere decir: el
Señor padece conmigo cuando me alejo de Él, me acompaña. Él derrocha su gracia
en mi porque él vino al mundo a salvar a los pecadores.
En el Evangelio Dios nos muestra la
alegría que tiene al recobrarnos en la vida de la gracia. Dios se alegra y se
felicita por llevarnos de nuevo al redil. Dios dice ¡Felicitadme, mi oveja más
querida está de nuevo junto a mí! ¿Te imaginas qué alegría tan grande en el
Cielo?
Para acabar le pedimos a la Santísima
Virgen que nos cuide y nos enseñe a orar por los demás y que no nos abandone y
nos lleve de la mano para que no nos perdamos ni salgamos del camino que nos
lleva a Dios, fuente de la verdadera alegría.