Para comenzar la oración de hoy nos
sumergimos en la lectura del Evangelio. A primera vista parece un conjunto de
consejos de vida práctica y moral que nos da Jesús para las relaciones de guía,
acompañamiento, corrección fraterna entre los cristianos: escoger con cuidado a
nuestros consejeros o maestros y fijarse antes en los propios defectos que en
los demás. Sin embargo, estos consejos que tienen un fuerte sabor humano nos
dirigen la mirada hacia algo más nuclear. ¿Quién ese ciego que puedo escoger de
guía y que me llevará al hoyo? ¿A quién quiero parecerme, a quién me quiero
igualar cuando termine mi proceso de aprendizaje? ¿Cómo interiorizar esa
actitud de humildad que me hace fijarme en mis defectos, con toda su gravedad,
antes que en los de los demás? Todas estas preguntas nos hacen caer en la
cuenta que Dios nos está invitando en el Evangelio a poner la confianza, el
corazón, el peso de nuestra vida solo en Él.
¡Qué fácil nos resulta fijarnos en lo
que otros hacen y tomarles como modelo! ¡Cómo nos cuesta conformarnos con la
personalidad, las virtudes y también los defectos a superar que el Señor nos ha
dado! Jesús hoy nos dice, no te mires en otro, porque él también está ciego,
como tú, aunque tú no lo puedas ver. Pon la mirada en Mí, no te conformes con
llegar a ser como otro hombre, aspira a ser como Yo. Ven a la oración a pasar
un rato conmigo, a despegar tu corazón de las criaturas que te rodean y a
dejarlo descansar en Mí. Yo te mostraré también tus defectos para que no te
creas más que otros, pero con amor. Con el amor de mostrarte Mi cariño al
perdonártelos y al desear que seas capaz de corregirlos desde mi fuerza.
Ayudémonos para este rato de estar con el Señor del salmo que nos dice que “Tú,
Señor, eres el lote de mi heredad”.