Empezamos la oración ofreciendo al Señor
nuestras intenciones, acciones y operaciones para que sean puramente ordenadas
para servicio y alabanza de Su divina majestad.
Hoy domingo, día del Señor, nos
encontramos con el conocido pasaje evangélico del pobre Lázaro y el rico
epulón. Pero en la primera lectura encontramos ya la idea clave para entender
mejor estos textos: ¡Ay de aquellos que se sienten seguros en Sion,
confiados en la montaña de Samaría!... y luego sigue diciendo “…
beben el vino en elegantes copas, se ungen con el mejor de los aceites pero no
se conmueven para nada por la ruina de la casa de José” … Son palabras
que interpelan. Si analizamos a profundidad nuestra vida quizá nos
topemos con que más de una vez hemos actuado como el rico epulón. Quizá nos
sentimos muy seguros de nosotros mismos, y al leer la parábola pensemos que
jamás seriamos capaces de ser indiferentes al dolor humano. La cultura del
descarte, como le gusta repetir al Papa Francisco, la indiferencia crónica que
impera en nuestras sociedades se nos pega sutilmente, sin darnos cuenta. A
veces no somos capaces de observar con atención o nos acostumbramos a ver gente
con necesidad. Basta salir a la calle para ver esta realidad. En cada uno
el Señor va poniendo la manera de ir encontrando respuestas, de dar soluciones,
regalar consuelo, suscitar esperanza, pero para esto es imprescindible no sólo
hablar a los hombres de Dios, sino sobre todo a Dios de los hombres. La
oración es la fuente de todo bien que podamos hacer a nuestros hermanos.
Una situación particularmente difícil y
muy actual es el fenómeno migratorio. En la carta Christus vivit el
Papa nos dice «Los jóvenes que emigran tienen que separarse de su
propio contexto de origen y con frecuencia viven un desarraigo cultural y religioso.
La fractura también concierne a las comunidades de origen, que pierden a los
elementos más vigorosos y emprendedores, y a las familias, en particular cuando
emigra uno de los padres o ambos, dejando a los hijos en el país de origen. La
Iglesia tiene un papel importante como referencia para los jóvenes de estas
familias rotas». En Perú, la situación de muchos de los cientos de miles de
venezolanos que han llegado al país es un drama, muchos jóvenes con las
carreras hechas deambulan por las calles vendiendo caramelos o pidiendo
limosna. Son los Lázaros de hoy en día que exigen nuestra
atención. Igual que en España o en cualquier parte del mundo.
Francisco en el mismo documento señala
el camino “Propongo a los jóvenes ir más allá de los grupos de amigos y
construir la «amistad social, buscar el bien común. La enemistad social
destruye. Y una familia se destruye por la enemistad. Un país se destruye por
la enemistad. El mundo se destruye por la enemistad. Y la enemistad más grande
es la guerra. Y hoy día vemos que el mundo se está destruyendo por la guerra.
Porque son incapaces de sentarse y hablar […]. Sean capaces de crear la amistad
social». No es fácil, siempre hay que renunciar a algo, hay que negociar, pero
si lo hacemos pensando en el bien de todos podremos alcanzar la magnífica
experiencia de dejar de lado las diferencias para luchar juntos por algo común”.
Que seamos capaces de construir esa
“amistad social” que nos pide el Papa Francisco con amor y creatividad para
que estemos siempre atentos a acoger al que espera atención de nosotros.