Para la oración de hoy, tras serenar el
corazón, ponernos en presencia del Omnipotente, e invocar al Espíritu Santo, os
brindo un texto del Papa Francisco para que nos ayude a meditar sobre el
Evangelio de hoy.
Meditación del Papa Francisco:
"Queridos hermanos y hermanas,
¡buenos días!
El Evangelio de hoy (cf Mateo 23, 1-12)
está ambientado en los últimos días de la vida de Jesús, en Jerusalén; días
cargados de expectativas y también de tensiones. Por un lado Jesús dirige
críticas severas a los escribas y a los fariseos, por otra deja importantes
mandatos a los cristianos de todos los tiempos, por tanto también a nosotros.
Él dice a la multitud: «En la cátedra de
Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Haced, pues, y observad todo
lo que os digan». Esto significa que ellos tienen la autoridad de enseñar lo
que es conforme a la Ley de Dios. Sin embargo, justo después, Jesús añade:
«pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen» (v. 2-3). Hermanos y
hermanas, un defecto frecuente en los que tienen una autoridad, tanto autoridad
civil como eclesiástica, es el de exigir de los otros cosas, también justas,
pero que ellos no ponen en práctica en primera persona. Tienen una doble vida.
Dice Jesús: «Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero
ellos ni con el dedo quieren moverlas» (v. 4). Esta actitud es un mal ejercicio
de la autoridad, que sin embargo debería tener su primera fuerza precisamente
en el buen ejemplo.
La autoridad nace del buen ejemplo, para
ayudar a los otros a practicar lo que es justo y necesario, sosteniéndoles en
las pruebas que se encuentran en el camino del bien. La autoridad es una ayuda,
pero si está mal ejercida, se convierte en opresiva, no deja crecer a las
personas y crea un clima de desconfianza y de hostilidad, y lleva también a la
corrupción.
Jesús denuncia abiertamente algunos
comportamientos negativos de los escribas y de algunos fariseos: «quieren el
primer puesto en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, que se
les salude en las plazas» (v. 6-7).
Esta es la tentación que corresponde a
la soberbia humana y que no siempre es fácil de vencer. Es la actitud de vivir
solo por la apariencia.
Después Jesús les da mandatos a sus
discípulos: «no os dejéis llamar “Rabbí”, porque uno solo es vuestro Maestro, y
vosotros sois todos hermanos. […] Ni tampoco os dejéis llamar “Directores”,
porque uno solo es vuestro Director: el Cristo. El mayor entre vosotros será
vuestro servidor» (vv. 8-11).
Nosotros discípulos de Jesús no debemos
buscar título de honor, de autoridad o de supremacía. Yo os digo que a mí
personalmente me duele ver a personas que psicológicamente viven corriendo
detrás de la vanidad de las condecoraciones. Nosotros, discípulos de Jesús, no
debemos hacer esto, ya que entre nosotros debe haber una actitud sencilla y
fraterna.
Todos somos hermanos y no debemos de
ninguna manera dominar a los otros y mirarlos desde arriba. No. Todos somos
hermanos. Si hemos recibido cualidades del Padre celeste, debemos ponerlas al
servicio de los hermanos, y no aprovecharnos para nuestra satisfacción e
interés personal. No debemos considerarnos superiores a los otros; la modestia
es esencial para una existencia que quiere ser conforme a la enseñanza de
Jesús, que es manso y humilde de corazón y ha venido no para ser servido sino
para servir.
Que la Virgen María, «humilde y alta más
que otra criatura» (Dante, Paraíso, XXXIII, 2), nos ayude, con su materna
intercesión, a rehuir del orgullo y de la vanidad, y a ser mansos y dóciles al
amor que viene de Dios, para el servicio de nuestros hermanos y para su
alegría, que será también la nuestra."
Ángelus, domingo 5 de noviembre de 2017