El texto del Evangelio de hoy nos sitúa en la realidad que estamos viviendo
la pandemia a nivel mundial del coronavirus…
Había un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaún. Oyendo
que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verlo, y le pedía que
bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose. Jesús le dijo: “Si no
veis signos y prodigios, no creéis”. El funcionario le insiste: “Señor, baja
antes de que se muera mi niño”. Jesús le contesta: “Anda, tu hijo vive”
Y el hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. Iba ya bajando,
cuando sus criados vinieron a su encuentro diciéndole que su hijo vivía…”
Esta es la situación por la que estamos pasando multitud de familias y
aunque en nuestra familia no haya de momento, ningún caso en peligro extremo,
nos solidarizamos con todas las familias y con las personas que viven solas y
abandonadas ante esta situación.
Aunque la cita de Abelardo sea larga, creo que es oportuna, además, podemos
recurrir también él, para que nos ayude a todos.
En el Agua Viva de febrero de 2001, comenta este versículo
del profeta (Is 49,15): ¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho?
Pues aunque ella lo llegase a olvidar, yo no te olvido”
Abelardo comenta: “Esta frase de Isaías nos lleva a considerar que cuando
en nuestras oraciones nos dirigimos al Dios Padre, nos escucha y
responde un Dios que es padre y madre a la vez. De este amor debemos
deducir que, aunque el peso de nuestras miserias nos aplaste y nos haga
sentirnos incapaces de alcanzar la santidad, no debemos olvidar jamás el amor
inmenso que Dos nos tiene.
Su amor no cambia. Nos ama porque Él es amor. “No porque seamos buenos
nosotros, sino porque Él es bueno”. No necesita amar como nosotros, que amamos
a las criaturas cuando vemos en ellas belleza, bondad, perfección.
Dios no está ciego, nos dice san Juan de Ávila. Dios nos ve con nuestras
imperfecciones, miserias, limitaciones. Y sin embargo nos ama a pesar de todo
esto. Él es el Amor, es la bondad, es la perfección. Dios nos quiere y nosotros
hemos de sacar de su amor la confianza. Una confianza sin límites…
Acabemos estas consideraciones con la siguiente súplica y oración y lo
hacemos por tantas personas cercanas y lejanas que en estos días lo están
pasando tan mal y muchas sin esperanza. “En las horas más negras de mi v
ida, y aunque todos me dejen, dulce Jesús mío, y el alma esté de penas
combatida, Corazón de Jesús en Ti confío porque creo en tu amor para conmigo” (jaculatoria
al Corazón de Jesús).